Estudioso de cómo mejorar el potencial humano, el doctor Mario Alonso Puig ofrece, en “El cociente agallas”, las claves para alcanzar, en tres fases, la felicidad

Ricardo Castillejo

¿Cómo lograr la felicidad? ¿Cuáles son los pasos que hay que dar? ¿Dónde reside la verdadera sabiduría? Respuestas a preguntas como éstas, y otras muchas similares, son las que intenta dar Mario Alonso Puig en su nuevo libro, “El cociente agallas”. Un interesante manual que nos orienta y que parte de otro interrogante casi desafiante: “¿Te atreves a ser valiente y cambiar tu vida?”.

-¿Es posible eso que pregona de cambiar nuestra vida?

-Bueno, las personas podemos cambiar no lo que somos sino la forma de estar y ser en el mundo. Lo que somos es la esencia y eso es inalterable. Primero necesitamos humildad para reconocer que no sabemos. Luego la actitud para aprender. Cuando aceptamos que no sabemos quiénes somos y nos abrimos en vez de juzgarnos empezamos a descubrir que somos más de lo que creemos ser y que teníamos más de lo que pensábamos. No es un camino fácil, desde luego porque lo importante no es el final sino el proceso, haciendo pequeños gestos de generosidad.

-¿Quién manda entonces: la cabeza o el corazón?

-Nos fiamos demasiado de la cabeza y damos poco valor a la intuición y en ésta hay un terreno importante que explorar. Hay mucha incoherencia en la conducta como personas. Solemos mentirnos y autoengañarnos y nos creamos falsedades pero, desde fuera, nuestra conducta nos delata y eso lo ven los demás. Somos espejos frente a espejos. Muchas veces lo que creemos que emitimos no es lo que se percibe desde fuera.

-¿Qué se hace en esos casos?

-Para destapar eso intervienen dos factores: uno, que exista suficiente apertura mental como para escuchar lo que tengan que comentarnos y, dos, rodearte de gente que te diga tal vez lo que no quieres pero que sí te ayude sin humillarte. Hasta la verdad sin compasión es crueldad pero no podemos esperar que se nos ayude si no estamos dispuestos a recibir esa ayuda. La posición de víctimas en la vida es una de las más nefastas. Te lo quita todo.

-¿La mirada es un buen instrumento para entender a otros?

-Desde luego. Los ojos son importantes. Expresan el estado de un alma. Hay almas muy cerradas en sí mismas y que expresan desapego y tristeza. Otras serenidad, paz y armonía.

-¿Pregona lo que habla con el ejemplo?

-Mi experiencia es la de haber pasado más de 26 años en contacto con enfermos que me han permitido conocer el mundo de las emociones en profundidad y haber conectado con los mejores expertos en neurociencia y espiritualidad.

-Porque las creencias en entes como Dios, ¿ayudan?

-Depende del concepto de Dios que tengamos. Si es alguien lejano que nos pide seguir unas reglas rígidas, no. Si lo consideramos la base de la sabiduría y el amor, tiene un papel relevante. Si Dios fuera el océano, cada uno de nosotros seríamos una ola.

-Aún no hemos reflexionado sobre la felicidad…

-Me fascina. Me parece un misterio y, como tal, hago la propuesta de acercarme desde la curiosidad y la humildad. El camino de cada uno hacia la felicidad es distinto a pesar de que el destino sea el mismo. Es una mezcla de nobleza, sabiduría y amor y son varias las etapas para alcanzarla: conocerse para poderse comprender, superarse entrenando la fortaleza mental y emocional y descubrirse para trascenderse. El tiempo depende del caso y del compromiso que tengamos con el entrenamiento.

-Suele pregonarse aquello de “quererse a uno mismo” pero, en una sociedad tan marcada por la imagen, el que se sale de los cánones de belleza lo tiene un poco complicado, ¿no?

-Hay que aceptarse y estar a gusto en nuestra piel. Debemos construir autoestima y no esperar que ésta venga del entorno. La estima no puede ser una cuestión de moda. Eso supone un ejercicio de soberanía personal. ¿Por qué si se ha demostrado que, para que una relación sea sana, hay que dar cinco mensajes positivos por uno negativo nos tratamos con tanta dureza? Es bueno atreverse a ser diferente.

-¿En qué se nota que alguien es feliz?

-En su forma de hablar, de mirar, de ser, de responder… En la serenidad, en el apoyo que da y en la sonrisa que muestra.