Mi amigo Jero lleva toda la vida dedicado a los medios de comunicación. Recuerdo perfectamente la primera vez que lo conocí, en una presentación de un disco de Tamara a la que acudió para confesarme allí su admiración por mí. Porque si de algo me puedo sentir orgulloso en mi carrera es de haber tenido la suerte de haber sido reconocido, desde el principio, por compañeros de profesión (hago este matiz ya que esto, entre los siempre críticos periodistas, es bastante poco frecuente).
Igual que querido es él por su cariñosa forma de ser, por un lado, y por una pulcritud laboral gracias a la que ha ido, poco a poco, ascendiendo peldaños que le han llevado hoy día a estar donde está: presentando el informativo de mediodía de La 1 en TVE. Porque ese puesto que el sevillano ostenta en la actualidad no es fruto de otro azar que no haya sido el trabajo bien hecho y el amor a una profesión a la que ha entregado gran parte de su vida.
Yo he visto con mis propios ojos cómo Jero ha sacrificado días, noches, madrugadas, fines de semana, vacaciones por lograr su sueño. Ninguna distancia se le ha hecho pesada, ni ninguna obligación –desde redactar a poner su voz a noticias- ha sido gravosa para él. Y he comprobado cuánto ha sufrido cuando algo no ha quedado con la elevada perfección que se exige.
Así que, los poquitos envidiosos que ahora le critican tienen poco que hacer. Pese a sus vanos esfuerzos por molestar, Jerónimo Fernández ha triunfado. Y si pica, ya se sabe lo que toca…