“¿Y si tuvieras todo el tiempo del mundo y no fuera suficiente?” es la reflexión que propone Nerea Riesco en su nueva novela, “Tempus”, donde afirma que los viajes al futuro son ya un presente que, quién sabe, tal vez podría ser la llave para abrir las puertas del pasado
Nacida en Bilbao, criada en Valladolid y con su residencia en Sevilla, Nerea Riesco tuvo en su momento claro que lo que le haría feliz sería escribir y, dicho y hecho, se puso manos a la obra logrando, poco a poco, hacerse un hueco entre las autoras más seguidas, y vendidas, de la actualidad. Antes, una larga experiencia como periodista le permitió curtirse en mil batallas sobre las que ha cimentado una trayectoria en la que figuran premios como el Ateneo Joven de Novela con “El país de las mariposas”. Ahora, en torno a personajes como Elisabeth Báthory o el conde Saint Germain, articula el argumento de “Tempus”, una nueva apuesta en la que se plantea muchas cuestiones que, aunque parezcan de ciencia ficción, son ya una realidad.
-Afirma en su libro que los viajes en el tiempo son posibles…
-Así es. Algunos dicen que es un texto de ciencia-ficción pero yo prefiero que se quede en ciencia. Existen muchos estudios sobre eso y está demostrado que, con unas características concretas, pueden hacerse hacia adelante.
-¿Le gustaría hacer a usted alguno?
-Yo los dividiría en dos (hacia atrás y hacia delante) pero, sin un lugar concreto, optaría por el primero. Tal vez me conmueva de forma especial Boabdil, al que la vida llevó por derroteros tremendos.
-¿El tiempo pasa rápido o lento?
-Más rápido cuanto mayores nos hacemos. En la infancia parece que se ralentiza y luego, no. “Tempus” plantea que todo está escrito…
-¿Se refiere al destino?
-Claro. Una de las cosas que se plantean aquí es que si volvemos atrás y cambia algo… ¿Eso repercute después o, al final, hay unos caminos para que el futuro sea como estaba previsto?
-¿Y si fuéramos inmortales?
-Sería perfecto. Muchos afirman que no quieren eso pero lo cierto es que la humanidad lo ha deseado siempre. Los egipcios se momificaban, otros buscaban la piedra filosofal, otros tienen hijos… Hay una tiranía en tener que morir, en que la vida sea limitada porque se queda mucho por hacer. ¡Fíjate si pudiéramos ser jóvenes eternamente!
-Pero los malos perduran más que los buenos, ¿no?
-A mí me parece que tiene más que ver con que alguien nos sorprenda. Pasa con algunas personas y con otras, no. No sé si la bondad vende pero sí sé que sobrevive. Teresa de Calcuta, por ejemplo, perdurará. Lo que pasa es que los “malos” molan mucho. Quizás conectan con la parte oscura que todos llevamos.
-Muchos darían lo que fuera por conocer, como personaje definitivo, a Jesucristo…
-Sí. A mí me pasó cuando leí “Caballo de Troya”. Ahí se le describe de forma tan conmovedora, tan inspiradora… Me apetecería pero no es lo más (aunque la época no la descartaría).
-¿El amor es eterno?
-Mientras dure, sí. Va transformándose. Lo que no creo es ser incondicional a alguien por nada. Me cuesta entender estar enamorado de alguien que no te corresponde. Para mi protagonista el tiempo no disolverá amor porque, en realidad, no se trata de ese sentimiento. Solemos confundir amor con obsesiones. Por otro lado también perdemos muchas oportunidades por no saber ver y, cuando un tren pasa, no hay marcha atrás. Somos esclavos de nuestra propia insatisfacción.
-¿Cómo contempla nuestro futuro?
-Fatal. No tengo interés en saber qué va a pasar y hasta me asusta. Tengo esperanzas en nuestra capacidad de renovación pero el futuro parece atronador. Me preocupa que la generación a la que pertenecemos sea “X” y la siguiente “nini” y que dejemos de dar oportunidades a quienes van llegando.
-Está muy de moda pensar que somos un todo, la famosa “ley del Universo” de la que trata “El secreto”…
-Han salido teorías de que, esperar a que pase algo solo pidiéndoselo al Universo, puede generar frustraciones porque eso no es tan fácil. Nos han educado para no soñar, para que seamos prácticos y tengamos un buen trabajo y una pareja. Si no, da la sensación de que has fracasado pero no es así. Hay que tener claro el objetivo y lanzarte por él, actuar. Mi abuela decía: “El que iba para Papa, se quedó en obispo”.
