El jueves estuve con Amaia Montero. Sí, la que supuestamente se ha operado la cara. La que hace unos días desafinó a lo grande en un concierto. Ésa que, a pesar de haber sobrepasado ya los cuarenta, sigue al pie del cañón. La ex de La oreja de Van Gogh que un día tuvo la “osadía” de empezar una carrera en solitario o que cometió la “locura” de enamorarse de Gonzalo Miró.
Y aunque la entrevista que le hacía era en un momento complicado, iba tranquilo porque sabía que la cantante es virgo, como yo, y que, muy probablemente, sabría afrontar las cosas con valentía y, sobre todo, con la naturalidad que, en general, deberíamos darle a todo. Así fue. Frente a frente con ella, me dijo: “Tira con libertad y pregunta lo que tengas que preguntar”.
Sin miedo, Amaia -en una entrevista que leeréis la semana que viene en estas páginas- volvió a pedir disculpas por lo ocurrido. “No sé cuántas veces he dicho ya que lo siento”, me comentaba apenada aunque, a la vez, recordándome que lleva muchas actuaciones a sus espaldas y que nunca le había sucedido algo así. Porque, ¿quién no se equivoca alguna vez en su vida? ¿Hay alguien que pudieda afirmar de sí mismo que es infalible?
Cuando una persona se equivoca, por las circunstancias que sean, y asume su error, solo tenemos dos opciones: o aceptar sus disculpas, o seguir señalando con el dedo para evitar mirarse a sí mismo y reconocer las miserias propias. Que cada uno elija.
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