Se llama igual que Alborán, es de la misma tierra malagueña y nace con la misma “estrella” del éxito sobre una música que, aún sin disco propio, ya suena en las notas de su primer sencillo, “Vi”
Ricardo Castillejo
Quedó finalista en la edición de 2008 de “Operación Triunfo” pero eso, en su trayectoria, es, según sus propias palabras, una anécdota. Más allá, Pablo López es un autor e intérprete de Málaga que, a sus 29 años, tiene unas ideas muy bien asentadas sobre su profesión, sobre el amor y, en general, sobre la vida. El artista, que pronto lanzará su primer álbum, se ha convertido en una apuesta de la compañía Universal que ha visto en él un talento por explotar que, a pesar de los superficiales parecidos, no tiene nada que ver con el de su paisano, Pablo Alborán.
-¿Le preocupa que Alborán pueda suponer un lastre en su propio despegue?
-No comercialmente aunque sí es cierto que la discográfica pensaría: Pablo, barbita, compositor, que viven cerca… De hecho, a Pablo lo conozco mucho antes de pegar el “pelotazo”. Luego, en el sonido y en la forma de escribir hay muchas diferencias. Lo único que temo es el “agravio comparativo” con un tío que se ha puesto por delante hasta de Alejandro Sanz.
-¿Cómo está viviendo este momento?
-No es algo que me asuste a pesar de que no soy amigo de llamar la atención. La diferencia grande es que, al pasar de crear a interpretar, tomas contacto directo con el público y tocas más directamente el corazón.
-¿Le interesa la fama?
-La fama gratuita, cero. No tiene ninguna validez ni tampoco te paga el piso. Solo sirve para molestarte.
-A la hora de crear, ¿cuántas manías?
-Sinceramente, lo único que no puedo es componer con alguien al lado. Uno se desnuda y eso no me gusta compartirlo. Por otro lado, no busco aquello del romanticismo en la noche. Casi todos los temas los he hecho a las diez de la mañana y en pijama.
-¿Por qué les resulta a los cantantes más fácil cantar su intimidad que hablarla?
-A lo mejor es un medio de expresión, un canal más directo. Hay que ser honesto cuando escribes. Si te estás inventando algo que no va contigo, se acaba viendo el plumero.
-Usted tiene ahí la responsabilidad de denunciar las cosas que pasan, ¿no?
-Sí. Me llama la atención la falta de humanidad. Necesitamos más “animalidad”, más parecernos a los animales. Y claro, también tienen cabida los banqueros que explotan, los que insultan… Cada vez se va más a lo cotidiano. Cuanto más se transmite la empatía, mejor te van las cosas.
-¿Algo de su carácter que cambiaría?
-Pues hay algo que me suele traer bastantes problemas y es que soy un poquito, como decimos aquí, “cagón” y pesimista. Si hay 99% de probabilidades de que algo salga más, me agarro al 1 % (risas).
-¿Y en el terreno amoroso?
-El amor es algo necesario y maleable. Con muchas partes buenas. Yo, por ejemplo, soy incapaz de disfrutar de una persona solo por su físico. Ni siquiera para una relación esporádica. Me tiene que despertar todos los extremos de los sentimientos porque, en caso contrario, iría directo al fracaso.
-Creo que es un gran lector de prensa…
-Totalmente. En función del medio las noticias tienen uno u otro cariz. Hay un pesimismo generalizado para el que no sé cuándo llegará el “clic” y empezará a solucionarlo.