La artista, que ha dicho adiós a una trayectoria musical de casi cuatro décadas, expone en “La niña que bailaba bajo la lluvia” una autobiografía marcada por el aprendizaje y el crecimiento personal
Paloma se encuentra en un momento espléndido, alejada de los escenarios y centrada en la literatura y la pintura.
Paloma San Basilio. Solo con decir su nombre estamos resumiendo las cuatro últimas décadas de la música española. Así, la que es una de las mejores artistas de nuestro país –responsable de haber introducido el concepto del “music-hall” en España-, ha construido durante ese tiempo una trayectoria que ha roto fronteras pues, más allá de sus éxitos nacionales, es un ídolo de masas en América. Nacida en Madrid, pero criada en Sevilla hasta los ocho años, Paloma acaba de publicar una biografía titulada “La niña que bailaba bajo la lluvia” donde relata una vida apasionante llena de reconocimientos y premios como el galardón “Favoritos” con el que, desde “Sevilla Magazine”, se quiso reconocer el pasado mes de noviembre su fascinante carrera y su no menos apasionante personalidad.
-¿Sigue siendo esa “niña que bailaba bajo la lluvia” de la que habla su libro?
-Claro, en cuanto llueva te lo voy a demostrar (risas). Nunca se puede dejar de bailar bajo la lluvia. No puede perderse la esencia que forma parte de ti cuando naces y que marca una forma de ser. Matarla es como matar el alma y hay que mantenerla y potenciarla con el paso del tiempo.
-Gran parte de esa esencia de la que habla se encuentra en nuestra ciudad, en Sevilla…
-Tengo a la gente con un lío montado tremendo… Realmente nací en Madrid, en Chamberí, pero, cuando tenía seis meses, mis padres se vinieron a Sevilla y me trajeron. Me quedé hasta los ocho años, con lo que mi primera infancia es absolutamente sevillana, mi primera respiración, mi primera luz, mi primera música… Sevilla está muy presente en mi piel. Eso se refleja en la primera parte del libro cuando narro los cincuenta, la Semana Santa, la Feria antigua… Es una etapa un poco costumbrista.
-Y de academias como la de Adelita Domingo a la que usted asistía…
-Sí. Y del colegio, de las galas juveniles donde veía a las cantantes antiguas haciendo copla… Hablo de lo bonito que era cuando se despedían y hacían un desplante maravilloso con el abanico como diciendo: “¡Ahí te pudras!”… A mí eso me parecía la mejor actitud para irse de un sitio.
-¿Cuáles son las sensaciones cuando uno se sienta delante de un ordenador y empieza a reflexionar sobre su propio pasado?
-Es apasionante y difícil porque a veces te obliga a llegar a lugares muy escondidos y limpiar el polvo, las telarañas, y enfrentarte en el espejo y reconocerte en muchas etapas en las que no tuviste tiempo de pararte demasiado y pasaste por encima de muchos sentimientos y emociones. Volver a ellas desde la distancia, la tranquilidad de una mesa y un papel, es un ejercicio sanísimo que para mí ha sido tremendamente positivo y en el que me he volcado mucho. He sido muy valiente y muy sincera narrando sobre mis zonas oscuras, mis momentos malos, y también los buenos, sobre lo que pienso acerca muchas vivencias de más de sesenta años. Me he mojado contando los que me parecieron momentos de la historia de España.
Paloma recoge el premio “Favoritos” junto a Carmen Danta, directora de la Clínica Marest.
-¿Cambiará la percepción de “glamourosa” y sofisticada que tenemos de Paloma San Basilio?
-Yo puedo estar en un hotel de cinco estrellas y también dormir en un iglú en el desierto blanco en Egipto y no me pasa absolutamente nada. He conseguido que esa especie de sombra de Peter Pan se vaya diluyendo y ya no haya esa dualidad que en ocasiones se impone por el día a día del artista, del escenario, de estar de cara a todo el mundo, de la autoexigencia… Todo eso va desapareciendo y te reencuentras con lo que tú eres, sin miedos, y empiezas a gustarte incluso en la imperfección. Piensas: “Soy así y no pasa nada. Mejoraré pero no me voy a maltratar”. Eso es vivir, andar por la vida, cumplir años y aprender.
-¿Qué ha sido lo mejor del camino?
-El aprendizaje, el recorrido, el descubrimiento constante, el factor sorpresa, el empezar una aventura sin saber a dónde vas a ir y por inconsciencia meterte donde no pensabas empezando a perder el vértigo… Es una manera perfecta de aprovechar cada minuto.
-Y a partir de ahora, ¿qué?
-Seguiré pintando y escribiendo sin saber mucho más. Eso de pensar que tienes un futuro por delante, que te encuentras bien, en plenitud, con la paz suficiente como para no tener prisa ni tampoco metas. Quiero dejar un espacio abierto y dejar que la vida me sorprenda y yo sorprenderla a ella también. No marcarme las pautas porque ya he tenido muchos horarios. Me estaban apretando las costuras de los trajes y estaba cansada de que no me subiesen las cremalleras. Deseo dejar todo ese tipo de condicionantes para ser un poquito más libre.
-Un pensamiento suyo como reflexión final…
-Es necesario que tener valor y no dejarse engañar por los encantadores de serpientes, porque la serpiente primero te mide y luego te engulle. Tienes que aprender a ser tú, a ser libre y a volar.
La artista con el resto de protagonistas de la portada de “Sevilla Magazine” del número especial “Segundo Aniversario”
