La cantante, cuya infancia transcurrió en Sevilla, se retira este año de los escenarios dejando tras de sí una trayectoria de cuatro décadas que repasará el domingo 24 de noviembre en el Auditorio de Fibes
Ricardo Castillejo
Cuarenta años sobre los escenarios dan para mucho, especialmente, si se tienen tantas inquietudes como Paloma San Basilio. Desde discos a espectáculos musicales tan recordados como “Evita”, “El hombre de la mancha” o “My fair lady” pasando por revistas como “Las leandras” o la presentación de programas de televisión, el legado de esta madrileña, que pasó sus primeros ocho años de vida en Sevilla, ha llegado al corazón de varias generaciones que la han arropado con un cariño que, a pesar de todo, sigue emocionándola. Muy implicada en la actualidad con su blog, “Ciento volando”, y en su faceta como pintora, la artista pasa todo el tiempo que puede en su maravillosa casa de la localidad gaditana de Zahara de los Atunes en la que transcurrió la exclusiva editorial fotográfica de septiembre para “Sevilla Magazine” con los diseños de Alejandro Postigo, Misura, Mercedes Dobenal y Blanco y Belmonte. Considerada una de nuestras intérpretes más elegantes, Paloma, abuela de dos nietos de su hija Ivana, Neo y Alma, conserva su belleza intacta y una forma física envidiable tal y como está demostrando en su gira “Hasta siempre” que, después de llevarla por toda América, visita ciudades españolas como la nuestra donde, tras dos décadas sin actuar en ninguno de nuestros escenarios, además de sus canciones ofrecerá un dueto sorpresa con la popular Sandra Cabrera.
-Paloma, ¿desde qué sentimiento es su despedida?
-Pues digo adiós desde la felicidad. Siempre me ha gustado cambiar y ahora toca hacerlo de etapa. No sé qué voy a hacer pero tampoco tengo miedo. Confías en ti y, si has sido capaz de generar lo que has generado, ¿por qué no con otros tiempos y otros temas? No supone ningún trauma aunque supongo que echaré de menos ese cariño de la gente que me demuestra de manera tan brutal. He conseguido meter a todas las Palomas en una y armonizar lo que soy con lo que quiero ser.
-¿Qué ha sido para usted la música? ¿Una profesión?
-No. Decir que el arte es una profesión es infravalorarlo. Si algo lo diferencia de lo demás es su imposibilidad de aprehenderlo, de definirlo y la libertad de moverse en diferentes terrenos. Voy a continuar siendo como soy: creadora de momentos y de emociones. A lo mejor no para tanta gente pero no hay que medir por la cantidad, sino por la calidad.
-¿El aplauso no “engancha”?
-A mí no. Los aplausos me gratifican, me emocionan pero no tengo adicción a ellos. Me parecería un mal uso. Es generosidad del público hacia ti. No te pertenecen. Es como si te enganchas al halago… No lo necesito para vivir.
-Pero sus seguidores no quieren que se vaya…
-(Risas) Saben que tengo que seguir mi camino. Ha sido un viaje compartido durante -mucho tiempo. Ellos han dejado una huella en mí pero ni yo les pertenezco, ni al contrario. Gracias al respeto he podido hacer una carrera tan larga y dejar una huella que estará hasta que ellos quieran que esté. Es un instante adecuado ahora que aún puedo ofrecer lo mejor de mí misma con conciertos llenos de vibración y energía de los que se sale con alegría.
-¿Escribirá su biografía?
-No. No me parece interesante. Soy un desastre para las fechas y los nombres… A mí me gusta el relato corto. Son temas que me surgen y para escribir debe ser algo que me golpee. Lo que sí lanzaré es un directo de “Hasta siempre”, como proyecto discográfico final de carrera, y está previsto un programa especial en TVE.
-¿Cuál es la canción de su vida?
-No hay una. Son como fotogramas de una película. No puedes escoger una escena solo porque si no, algo falla.
-Esa película de la que habla, ¿qué género ha sido en su caso? ¿Drama? ¿Comedia? ¿Musical?
-Musical. Ha habido música, guión, personajes, textos entre canción y canción, entre disco y disco. Por eso “Hasta siempre” también tiene formato de musical.
-¿Ve “sustituta” de Paloma San Basilio?
-No creo que haya necesidad. Cada uno tiene su espacio y nadie puede ocupar el de otro. Pertenezco a la última generación de intérpretes donde el recorrido era extenso, poco a poco, a base de discos y discos y conciertos y conciertos… Es una manera de forjar a un ser humano porque el artista debe llevar por delante precisamente la humanidad. Si no, las cosas no funcionan y vienen los conflictos.
-Hay una imagen de usted como de mujer muy “glamourosa”, muy “divina”… ¿Es así?
-(Risas) Hombre, lo mismo es una forma de ser, de moverme… Todo lo que tengo es especial pero eso no tiene nada que ver con aquello de “estrella” ni significa que sea una diva. Soy muy normal, coloquial y cercana. No me gustan las posturas de “estrellato” trasnochado.
-¿Es presumida?
-Sí pero no paso todo el día mirándome al espejo. Tengo dentro una actriz a la que le apasiona interpretar personajes. Es algo divertido y, en eso, la ropa estimula y te permite crear una imagen. Me veo a mí misma como dentro de una película con lo que, lo que me pongo, debe estar ligado a ti, a tu emoción personal.
-¿Ha pensado en su día a día una vez que deje de actuar?
-¡Uy! Todo lo contrario a un funcionariado (risas). Siempre hay en mí un factor de improvisación constante y continuamente me estoy moviendo. Soy muy exigente con el trabajo pero no metódica. Me dejo llevar por lo que siento que debo hacer… Me río mucho y me encanta hacer el payaso y, para mí, es un placer absoluto bañarme en el mar cuando tengo ganas de hacerlo. Ahí recibo una lección de humildad…
-¿Y la familia? ¿Qué lugar ocupa en todo esto?
-Es el mayor valor de la vida. Lo aprendí de pequeña. Es un núcleo con capacidad de afecto increíble. Mi padre era un aventurero y nos contagió eso. Teno a mi hija en Estados Unidos, un sobrino en Londres… Nos queremos, nos admiramos… Eso es algo que voy a potenciarlo más.
-Porque, por sus compromisos profesionales, ¿le ha quitado mucho a sus seres queridos?
-Bueno, tu vida familiar no tienen nada que ver con lo habitual y se reduce a momentos maravillosos y otros con muchas ausencias. No quiero seguir perdiéndome cosas en mi vida.
-Hablemos del amor porque su concepto de él es poco clásico, ¿no?
-Un espíritu libre como el mío no puede tener una visión reduccionista del amor. Es como intentar meter el océano en un vaso. Siempre he sabido que no tenía necesidad de esa vida encapsulada. Lo que pasa es que, siendo adolescente, terminas haciendo lo que todos y te das cuenta de que no puede ser. Hay muchas maneras de entender el amor y yo no me identifico con esas personas que convierten su vida en el resultado del otro. Tu vida eres tú y tu camino es el tuyo. Me parece un error pensar que si no tienes alguien a tu lado te vas a morir. Eso da lugar a relaciones enfermas que me dan mucha pena.
-¿Existe el destino?
-Yo no creo en él. Hay un movimiento constante. Un río nunca fluye igual y la vida es como un río… El fenómeno causa-efecto es tan fuerte y, un pequeño detalle, puede desencadenar un cataclismo… Todo no está marcado. Formamos parte del universo y uno es mucho menos que una de esos millones de estrellas que hay en el cielo. Lo importante es saber que estamos en un viaje apasionante y desconocido.
-¿Qué querría que, el día de mañana, se pensara de Paloma San Basilio?
-No me preocupa demasiado. Somos poco y todo. Como pequeño ser no eres fundamental pero, como parte del conjunto, sí. No tengo necesidad de trascendencia.
-¿Para qué sirven los años? ¿Qué ha ganado y qué ha perdido con el paso del tiempo?
-Sirven para aprender, descubrir, enriquecerte y compartir. He ganado todo eso y he perdido gente a la que quería mucho y cosas que tal vez no supe retener en cada momento.
-Volviendo a lo familiar, dicen que son los nietos la confirmación del camino bien recorrido… ¿Se siente bien en la piel de abuela?
-Es de las experiencias más gratificantes de mi vida poder ver a unas criaturas que son parte de tu hija y de ti misma. Descubrir la capacidad de amar sin límites…
-¿Cómo es su relación con sus nietos? ¿Qué tipo de abuela es Paloma San Basilio?
-Es muy tierna, muy divertida y muy interactiva. A veces soy un refugio y siempre una almohada en la que recostarse cuando las cosas se ponen difíciles.
-¿De qué se siente más orgullosa? ¿Cuál es su mejor obra?
-Tal vez de cómo he evolucionado como ser humano, de cómo le he ganado la partida a los años para sumar y no restar. Creo que mi mejor obra es mi familia
-¿Y Sevilla? ¿Qué papel ha jugado en Paloma San Basilio?
-Uno esencial. Fue la que puso los mimbres para que comenzara a crecer, la varita mágica que me dio luz para alumbrar mi futuro. Aquí aprendí a ser como soy y a que nadie me dijera lo rara que era (risas). Andalucía, en general, tiene una capacidad de disfrute admirable. Me acuerdo de cuando iba a los jardines de Murillo, al parque de María Luisa, la academia de Adelita Domingo… Y también recuerdo la lana de los colchones, cuando íbamos al campo… ¡cómo un día nevó!… De todos modos, no soy nostálgica ni suelo recrearme en el pasado. Lo que sí me sorprende es que, a pesar de haber estado en los teatros más importantes del mundo, nunca haya podido hacerlo en el Maestranza. Sea como sea, vengo encantada a cerrar un ciclo. Empecé con la copla y aquí estoy de nuevo.