El cantante, nacido en Ayamonte, lanza “Cambio de tercio”, disco con el que se introduce, por vez primera, en el flamenco puro acompañado de figuras como Miguel Poveda, Estrella Morente, Arcangel o la gran maestra, Carmen Linares
Tiene una preciosa piel, dorada y perfecta, y va siempre impecablemente vestido y perfumado. Al fin y al cabo, de algo le viene ese apodo, Pitingo, que significa en caló “presumido” y que define a la perfección la esencia de este gran hombre, de tan solo 1´67 de altura, simpático y con gran sentido del humor. Casado con su novia de toda la vida, Verónica, y padre de un niño de dos años llamado Manuel (su auténtico nombre es Antonio Manuel Álvarez), nuestro entrevistado se siente feliz por el lanzamiento, el martes, de un álbum donde, el flamenco y los flamencos, son los grandes protagonistas.
-¿”Cambio de tercio” era una deuda pendiente en su trayectoria?
-No. Los artistas nos regimos por impulsos. Ha sido complicado, por ir cuadrando las agendas de todos, pero sin impedimentos. Son mis raíces y nunca las he dejado. Camarón, sin compararme con él, decía que el flamenco está ahí y que uno lo saca de donde quiere. No pienso en la crítica o en los puristas. Si no, no hubiera hecho nada. Acepto los comentarios constructivos pero no hago caso a quien quiere hacerme daño.
-Pero, ¿y si a los especialistas no les gusta el resultado?
-Lo que importa es el público porque, al fin y al cabo, críticos flamencos hay cuatro. Es la gente, y los que nos dedicamos a esto, quienes sabemos si algo es bueno o malo.
-¿Qué vio Enrique Morente en usted para apadrinarlo?
-No lo sé. Me escuchó cantar unos fandangos de la “Calzá” en una comunión de “Los Magos” y, al irme, me preguntó quién era y si era gitano. Le dije que mestizo y él me respondió que era la mezcla perfecta. Supongo que notó la creación, la motivación, la autenticidad…
-Pero los flamencos se llevan muy mal entre sí, ¿no?
-El problema son las comparaciones. Arcángel con Poveda, por ejemplo, no tienen nada que ver. Es como comparar a Caracol con Mairena. Yo me llevo bien con todos y no digo nada de nadie a no ser que sea mala persona. Subirse al escenario es duro y merece un respeto.
-Ha pasado por la “tele” como jurado de “El número 1”…
-Estuvo bien para ese momento aunque quizás ahora no lo haría. Los compañeros eran estupendos: Mónica Naranjo, Pastora Soler, Bustamante… Me lo pasé en grande pero creo que estos programas no ayudan al que quiere dedicarse a esto. Todos aprovechamos los “pantallazos” y luego parece que se acaba. En mi caso llevo desde los trece años intentándolo y es doloroso cuando crees que va a suceder algo y no pasa. Hay mil maneras de tener éxito en la música.
-¿Hay que pasar hambre para llegar a lo más alto?
-No creo aunque sí es cierto que hoy no se canta igual que antes. Gracias a Dios tenemos para un café, para mandar correos, whatsaps… Y eso hace que todo cambie. Sí hay que pasar “penitas” para crear. El sufrimiento, a veces, es la base del éxito.
-Hablando de televisión no puedo dejar de referirle el programa “Palabra de gitano”…
-Respeto que parte de los gitanos vivan así. Quien quiera seguir la tradición, estupendo pero ahí no sacan los que somos normales, los que no nos peleamos, ni hacemos lo del pañuelo. Interesa el morbo…
-¿Alguna vez sufrió rechazo por su condición?
-He pasado de todo por parte de las dos razas. De pequeño en el colegio con los payos y luego con los gitanos. Las madres decían: “No te vayas con ese niño que es gitano”. Y al revés. Eso son minorías y, aunque haya podido sentir algo así, he tenido más cariño.
-¿La paternidad le ha cambiado a la hora de afrontar su carrera?
-Claro. Desde que tuve a mi niño tengo otra forma de pensar. No quiero todo. Prefiero menos dinero y más salud y cariño. Estar con él, con mi mujer, en mi casa. Voy con más tranquilidad.
-¿Es buen padre?
-Creo que no lo hago mal (risas). Manuel ya ha cantado conmigo y me tiene loco. Me llena todos los días y cada vez me cuesta más salir de España. Empezó a hablar con ocho meses. Me dice “papá” o “Pitingo” y me pide que le cante aunque sea por teléfono.
-¿Le gustaría que siguiera sus pasos?
-Quisiera que estudiara y, si luego opta por el cante, estupendo. Mi mujer ha sido bailaora, con lo que tiene mucho arte en casa. Lo que no desearía es que pasara fatigas…
-¿Repetirá?
-En un año o así pero serán dos, y punto (risas).
-¿Se confiesa tan presumido como indica su apodo?
-(Risas) Pruebo todas las cremas del mundo. Me hago un par de “peelings” a la semana y, cuando doy paseítos por la calle con mi hijo, voy tomando el sol… con protección. Por la noche también me pongo algo. Si una mujer se hace todo lo que sea para estar bien, ¿por qué no nosotros? Además no lo negaría porque, siendo evidente, ¿para qué? Sea como sea, aún no me he tocado nada.
-Para eso hace falta “dinerito”… ¿Ha logrado ser millonario?
-Nunca lo he sido. Solo en amor. He ganado pero lo he gastado porque a mi hijo no le voy a solucionar el futuro. Tendrá que trabajar porque, si no, se vuelven tontos. Lo mío lo disfrutaré con mi mujer cuando seamos mayores y nos apetezca viajar o lo que sea.
