El artista sevillano lanza su nuevo disco “Caballo de oro”, donde refleja el aliento de la calle a través del rock con pinceladas flamencas

Josan Muñoz (@josan_ms)

Poncho K comenzó su carrera con quince años en la banda de punk “Desakato” para, en 2001, iniciar su andadura en solitario donde, su esencia de rock y poesía callejera, le hicieron ganar una legión de seguidores y el apoyo de una gran discográfica. Ahora, con 32 años, el cantante y compositor sevillano presenta “Caballo de oro”, álbum variado e imaginativo con diez nuevos temas abiertos a interpretaciones libres que hablan de la guerra, la pobreza moral o el buen amor. Sin ceñirse a un estilo, Poncho K se expresa con claridad en sus letras, al igual que en esta entrevista donde reflexiona sobre la música, el futuro o el pesimismo ante la vida.

-¿Su estilo tiene un nombre?

-La base es el rock con pinceladas flamencas que se me escapan junto a otras de otros estilos, sin etiquetas ni prejuicios. Tendemos a etiquetarnos unos a otros, nos gusta encasillar a la gente en una tribu o grupo pero cada persona es independiente y con su propia esencia.

-¿Y como es su público?

-Quizás hay un público rockero pero en cada disco voy agregando más variedad de seguidores, desde “gafa-pastas” a señoras que pasan de los 50, jóvenes y mayores. Con el paso de los años he cambiado pero no me he dado cuenta. Me dicen que me estoy “amariconando”, pero ahora mis letras llegan a más gente.

–Muchos confían en los autores para criticar aquello que ellos no saben como expresar…

-Está muy bien que al escribir te quedes vacío, pero sin llegar a hacer un panfleto. No soy un rockero revolucionario ni contestatario. Para mí crear letras es una terapia. No me gusta explicar a que escribo ni a quien, que cada uno coja el texto y lo entienda según le llegue por sus circunstancias en la vida.

-¿Cómo consigue un artista como usted fichar por una gran compañía como Sony?

-Se llamaba entonces BMG y yo tenía 20 años. ¡Se les fue la olla! (Risas). No solo confiaron en mí sino que me dejaron hacer lo que me saliera de los cojones no solo sin ser un superventas sino, más bien, de los que menos venden. Ni yo me lo explico aún. Creyeron en un joven con muchas ganas… Siento si les he decepcionado (Risas).

-Algo verían, no sea modesto…

-Aunque esté feo decirlo, encontrar a un artista que con el peso de los años siga defendiendo lo que de verdad cree es muy difícil. Los cantantes se han adaptado a la crisis y buscando el mercado han hecho cosas que no les gustaban. Todo por seguir ganando dinero o abrirse un hueco.

-¿A qué no le cantaría nunca?

-Ni a políticos, ni a toreros, ni a carceleros ni a nazis. Hay ciertos colectivos de “hijos de puta” a los que no escribiría nunca ni para mal. Sería darles importancia.

-¿Cuál es la causa que más defiende?

–Mi apuesta es existencial. Me gusta quien no es “ná” y no va de “ná”, pero no el que se cree algo y va de que no va de “ná”. Defiendo a quienes hacen sus vidas sin meterse con nadie. Las cosas pequeñas de la vida son las que más me ponen, y me olvido de ideologías. No creo en izquierdas ni en derechas ni en “hostias”. 

-¿Todo es mentira? ¿También el amor?

–Eso tiene su punto, te hace vivir la vida de otra forma. Lo que no existe es el morirse de amor. Cuando te mueres de amor es que estas “gilipollas” y no te has enterado de la película de que, en esta vida, todo debe ser bueno y hacernos disfrutar.

-¿Se ve con las mismas reflexiones dentro de diez años?

–No me planteo mi vida dentro de tanto tiempo, no quiero cuentas. Ahora vivo la cerveza que me estoy tomando contigo y se acabó. Si tienes para comer y estar con tu gente debes estar feliz porque ese es el objetivo, lo mejor que podemos tener. No deberíamos plantearnos tanto como será el futuro porque, aunque creas que estas mal, siempre sales para adelante. El ser humano tiene un gran instinto de supervivencia.

-¿Cómo ve Sevilla ahora que no vive en ella?

-Con  romanticismo y nostalgia. Me gusta venir a visitarla pero no me implico, prefiero verla con distancia. Cuando vivía aquí me quejaba por todo porque, como todas, es una ciudad con muchos fallos. Ahora la echo de menos.