El artista, a sus 73 años, cumplirá el próximo sábado su sueño de cantar en la Plaza de Toros de la Maestranza dentro de la gira de su disco, “Sinfónico”
“Raphael arrasa…”, “El ciclón Raphael…”, “La pasión y fuerza de Raphael”… Son algunos de los últimos titulares escritos en relación al cantante. Y así día tras día, año tras años desde hace casi seis décadas. Porque lo suyo eran los escenarios. Y el éxito. Y las masas de gente. Y actuar como solo sabe hacer él. Embarcado en el gran proyecto de actuar con una orquesta sinfónica, el “niño de Linares” aún sigue conservando mucha de la ilusión de sus inicios. Por eso se mantiene activo. Y por eso llena espacios tan amplios como la Plaza de Toros de la Maestranza, donde se presentará el sábado próximo para interpretar parte de su amplísimo repertorio ante una audiencia multitudinaria que, en Sevilla, nunca le falla. Es lo que tiene ser uno de los mayores referentes de la música española de todos los tiempos.
-Como el espacio que visita en esta ocasión es el que es voy a hacerle una entrevista en “clave torera”, ¿vale?
-(Risas) Bueno, bueno… Yo de toros entiendo poco, ¿eh?
-Pero sí sabe lo que es salir por la Puerta Grande, por ejemplo… ¿Cuáles son las claves para lograrlo en cada concierto?
-Por la Puerta Grande hay que salir del corazón de la gente… Cuando uno se va feliz de haber disfrutado esa noche, de haber colaborado con su artista después de tantos años, eso es lo que te llega, aunque no lo oigas.
-¿Siempre corta las dos orejas y el rabo?
-(Risas) Hombre, voy a por ello… De verdad… A veces me los dan más fácilmente que otras pero siempre salgo a matarme.
-De luces no se suele vestir, ¿verdad? Negro sobre todo…
-Pues fíjate que la chaqueta que llevo tiene mucho de torero de Ronda. Es negra pero toda bordada. Muy rondeña.
-¿Con la prensa hay que dar muchos capotazos?
-No, no. Conmigo ha sido siempre fantástica porque lo hemos tenido muy claro. Estoy a disposición de ella si es para cosas normales, no de ésas que se llaman ahora del “corazón”. Nunca ha habido problema entre nosotros.
-¿Y lo de cortarse la coleta?
-(Risas) Para eso falta mucho todavía. No pienso cortármela nunca. Eso sí, no soy un estúpido y sé en el sitio que estoy, dónde estoy y cómo estoy y seguramente habrá una mañana en la que me levantaré y diré: “Hasta aquí”. Me lo diré para mí y ya está. Dejaré de salir al escenario y se preguntarán: “¿Dónde está que este año no ha venido por aquí?”. No concibo una gira de despedida porque me moriría de infarto de tanto llorar todos los días. Por eso no me despediré nunca y quedaré en la memoria como se me ha visto, brillante y bien.
-Pues ahí tiene a Charles Aznavour con 92 años…
-Es que es muy buen artista. Eso suple mucho. En mi caso, aparte de lo aprendido, la voz está ahí. Como si no hubiera pasado el tiempo.
-¿Es en la música lo que Curro Romero en los toros?
-(Suspira) ¡Qué más quisiera yo! El público que me ponga donde quiera…
-Más escenarios de Sevilla, después de la Plaza de Toros, no le quedan por pisar, ¿no?
-Éste es el que llevo persiguiendo desde hace mucho, igual que el Real en Madrid. Lo tenía en mente. Hay lugares que se quedan en el corazón y piensas: “Tengo que hacer algo aquí”. He cantado en la Plaza de España ante veinte mil personas y me quedaba el resquemor de la Maestranza.
-Pero, ¿es aficionado taurino?
-Sí aunque la parte de matar al animal me tuerce un poquito el cuerno, nunca mejor dicho. Me encanta la fiesta pero sin fastidiar al toro.
-Los toreros tienen sus rituales, sus vírgenes, el vestuario… ¿En el caso de Raphael? ¿Algo especial?
-Solo que, el día que me toca trabajar (que son casi todos), no hablo desde las doce del mediodía. No es un ritual pero, en cierta manera sí lo es.
-¿Dará la vuelta al ruedo en Sevilla?
-Yo espero el cariño, el respeto y la admiración de siempre. Desde los 16 años hasta ahora, imagínate la historia que me une a la ciudad…
-¿Y cuándo le dicen “maestro”? ¿Qué le parece?
-(Risas) Me hace mucha gracia porque no tengo edad para eso. Soy muchísimo más joven (risas).
