El inolvidable protagonista de “Pretty Woman” cumple hoy 65 años conservando gran parte de su atractivo y aún en plena vorágine profesional con papeles que pronto lo devolverán a la “gran pantalla” convertido en mendigo
Nació un 31 de agosto, como hoy, pero de 1949, en el seno de una familia de clase media de Filadelfia (Estados Unidos). Sin embargo, el destino le tenía deparado un lugar con nombre propio en el firmamento de las “estrellas” hollywoodienses entre las que sigue siendo, a pesar de sus 65 años, uno de los ídolos masculinos más atractivos. Un hombre que ha sabido madurar y que ha encontrado la estabilidad espiritual en esas enseñanzas budistas a las que ha dedicado gran parte de su tiempo y de las que se ha convertido en un abanderado por todo el mundo. “La religión no depende del dinero que uno tenga. A los veinte años, estaba buscándome. Trataba de encontrarle un sentido al universo, pero era incapaz”, ha declarado en relación a sus creencias. “Fue después cuando descubrí el budismo, que logró explicarlo todo. Desde entonces me siento muy afortunado por ello. El budismo me mostró un sendero para vivir sin sentir tanto miedo, me quitó el temor a explorar y descubrir cosas. Me enseñó que no hay problemas sin solución y que hay que intentar poner todo en equilibrio, que la mente es mucho más vasta de lo que creemos. Además, es una religión inclusiva, a diferencia de muchas otras, que son excluyentes. Te ayuda a buscar y comprender la verdad no sólo dentro de ti, sino en todo lo que te rodea. No entiende de castigos, sino de comprensión”.
Sin embargo, antes de llegar a estas conclusiones, Richard Tiffany Gere, su auténtico nombre, tuvo que recorrer un largo camino en el que su primera parada fue la música pues, tras licenciarse en 1967, ganó fama como trompetista, compositor… y gimnasta (otra de las aficiones del artista). No sería hasta 1973, tras participar en la producción “Grease” en el teatro londinense, cuando empezó a interesarle el mundo del cine, donde realizó su primera aparición en 1975 gracias a la película “Quiero la verdad”, de Milton Kats. Posteriormente, ayudado por un físico más que llamativo, aparecieron títulos como “American Gigolo” (1980), “Oficial y caballero” (1982) o, sobre todo, “Pretty Woman” (1990), fenómeno que lo catapultó definitivamente recreando al millonario que se enamora de una prostituta a la que rescata de su triste realidad. Una producción de la que, según una reciente encuesta, seis de cada diez españoles han visto al menos un minuto por alguno de los casi 160 pases que han ofrecido las cadenas de televisión de nuestro país desde 1994.
“Novia a la fuga” o “Chicago” han sido otros de los muchos trabajos que Gere ha ido realizando a lo largo de una trayectoria durante la que, con la fama, ha mantenido una relación con “tiras” y “aflojas” que ha terminado superando. “Forma parte de mi realidad y no puedo hacer nada al respecto. Además, es muy raro que alguien se acerque a mí con malas intenciones. Generalmente son personas a las que les ha gustado una de mis películas y me expresan su afecto pero no es nada que yo persiga, necesite o alimente”, ha reflexionado un intérprete que, para preservar su intimidad lo más posible, optó por una residencia más discreta. “Nunca me he instalado en Los Ángeles, supongo que eso ayuda. No tengo que echarme la industria a la cara todos los días. Estar en Nueva York te permite pensar en otras cosas y conocer a otro tipo de gente. Además, los paparazzis no son tan horribles ahí”.
En cuanto a su privacidad, el actor estuvo casado con la modelo Cindy Crawford entre 1991 y 1995, cuando rompieron. Una unión que no estuvo exenta de polémicas y tras la que llegó Carey Lowell, a la que conoció en un restaurante en 1995 y con la que, siete años después, volvió a pasar por el altar. Junto a ella tuvo a su hijo Homer James Jigme, nacido en 2000, y quien, desde el principio, se convirtió en una nueva ilusión para nuestro “cumpleañero”. “Por contrato todos los fines de semana son para estar con mi familia. Mi niño juega al béisbol con sus amigos y yo lo entreno. Tengo una regla intocable: no estar nunca a más de una hora de casa”, ha reconocido en lo tocante a su labor como padre. “Un hijo termina con tu ego. No te lo puedes permitir. Tienes que estar ahí desinteresadamente para él. Por eso es un regalo increíble porque acaba con la idea de que tú eres el centro del universo”.
Globo de Oro y Premio Donosti en el Festiv al de San Sebastián por su carrera, Richard es un fanático del sushi y alguien muy comprometido con el medio ambiente y, en general, con los más desfavorecidos (aparte de un activista persistente en lo que a la lucha tibetana se refiere). “Si una persona es capaz de desarrollar una motivación desinteresada, todo el universo cambia a su alrededor. Cuando la flecha no apunta hacia tu interior sino hacia fuera, el mundo cambia de manera radical”, ha comentado en relación a una espiritualidad que le hace enfrentarse a su edad desde una absoluta tranquilidad. “Todo el mundo envejece. Además, desde el momento en que naces te estás muriendo. Yo no lo concibo así, para mí hay una continuidad. Cada vida es un sueño que está dentro de un sueño que está dentro de otro sueño… Nada es definitivo”. Palabras a tener en cuenta de quien, un día, encontró las claves para convertirse en sabio.
