La artista trianera presenta “Estoy bien”, un quinto álbum donde pretende ablandar los corazones a través de la poesía y su particular voz flamenca y delicada

Josan Muñoz (@josan_ms)

Comenzó su carrera, a muy temprana edad, recorriendo peñas, festivales y teatros de toda España donde interpretaba de forma magistral todos los palos del flamenco más ortodoxo. Fue nominada a Mejor Artista Revelación en los Premios de la Música con su primer álbum, que recogía cantes de este difícil género, y que vino seguido de otros discos donde no abandonaba sus raíces. La hasta ahora llamada Rocío Díaz deja atrás el apellido para renacer artísticamente con un quinto trabajo donde pone voz y melodías de corte más “pop” a los textos del poeta Paco Romero con la sensibilidad exacta para llegar a los corazones de hasta los más “insensibles” a partir de unas letras que hablan del amor a la vida o la amistad.

-Ha dejado atrás su apellido… ¿Por qué?

-Inicio una nueva andadura, en otra compañía diferente a la que llego como el “rocío”, transparente, fresco… Ahora me lleva mi hermano y sé que si algo es que no, es que no, no me van a vender la moto porque estamos en familia. Por fin estoy encontrando un camino al que quiero ir y es con este quinto disco. Aunque está todo muy difícil si me caigo, me levanto. Hay que ser junco que se dobla…

-¿Qué hay de diferente en este “Estoy bien”?

-Está grabado con todos los medios necesarios pero es muy cercano, íntimo. Con una simple guitarra se podría llevar al directo sin que la gente echara de menos absolutamente nada. Es una simplicidad que el público entiende y que llega a los sentidos.

-¿Es por la poesía de sus temas?

-Ha sido un reto poner música fusionada con el pop a estos poemas de Paco Romero. La poesía aporta libertad para decir de forma suave y bonita aquello que no te gusta. Se pueden dar autenticas bofetadas a través de la poesía que llegan más al corazón que si te dolieran físicamente. También sirve para tomar con un poco más de lírica el trabajo, una circunstancia personal o entenderse a uno mismo.

-¿A qué le canta?

-Son poemas al amor, a la vida y a la propia poesía. Somos masoquistas y nos gusta escribir al sufrimiento porque llorar sirve de cura y depura las almas. Este disco tiene mucho positivismo porque lo grabé estando embarazada y dando el pecho, por lo que tiene amor maternal que es el más verdadero. Ser madre es el principal triunfo de una artista y lo más difícil que he hecho en mi vida.

-¿A quién le regalaría un poema?

-A la política le hace falta poesía y también música. Que escucharan a partir de ellas lo que la gente está denunciando. Son humanos, tienen sensibilidad y les llegaría hondo. Que se rebusquen, se paren a pensar un poco y conecten con el pueblo. A partir de las melodías hay una buena vía para transmitir tantas letras de denuncia social que parecen no escuchar porque no se ponen en el sitio del otro.

-¿Qué es lo que menos le gusta de la actual situación?

-Que con lo mal que estamos parece que hay cobardía de salir a la calle y gritar como nos sentimos. Entre mentiras de los gobernantes que nos confunden y golpes de la policía cada vez que hay una manifestación la gente se está acomodando. Yo tengo un hijo de dos años que se llama Rodrigo y he visto cómo le pegaban también a niños que llevaban las madres a las protestas… ¿Quién se atreve?

-¿Por qué dejó el flamenco con el que empezó su carrera?

-Yo era flamenca ortodoxa, natural, muy pura. La gente pensaba que era de la escuela de Carmen Linares por ser paya. Mi primer disco estaba dedicado al hermano de Matilde Coral y me nominaron a los Premios de la Música como Mejor Artista Revelación, pero… es casi imposible triunfar en el flamenco si no eres gitano. Tienes que ser un genio y no salen de esos todos los días.

-¿Es difícil ese mundo?

-Mucho. Y cada día más. Que el flamenco sea Patrimonio de la Humanidad no ha servido para nada porque cada vez reciben menos ayuda. Por otro lado está el purismo. Vengo del mundo de las peñas, el más rancio, y querían que de ahí no me moviera. Yo estudiaba todos los cantes, me llegaron a decir los críticos que tenía “voracidad enciclopédica” porque además no era ni hija ni nieta de nadie, no tenia padrino, y tenía que ir con paso firme, pero necesitaba un poco de libertad a la hora de expresarme. Los flamencos creen en un género muy hermético con el que no estoy de acuerdo, igual que no hay que desvirtuarlo con mal gusto.

-¿Qué ha aportado el barrio de Triana a esta forma suya de ver la vida?

-Allí nací y viví hasta los 14 años nada más, pero me marcaron. Ahí cosas en ese barrio que no se viven en ningún sitio: los patios de vecinos, las risas en la calle… hacen que mires a la vida de forma diferente y con más luz. He sido muy feliz en general pero añoro esos años. Aunque suene chovinista, en Triana hasta se habla diferente.