La modelo asistió el viernes al desfile solidario que, desde “We love flamenco”, se organizó para colaborar con la fundación que lleva su nombre
Foto: Luis Malibran
Estaba emocionada por la experiencia que 39 pacientes oncológicas, del Hospital Macarena, tuvieron oportunidad de vivir el viernes en el Hotel Alfonso XIII. Allí, vestidas de flamenca, estas enfermas de cáncer colaboraron con la firme intención de que la “Fundación Sandra Ibarra” pudiera recaudar fondos para una causa que, de una forma u otra, es la causa de todos. La modelo, a la que le detectaron leucemia con solo 20 años (que volvió a “dar la cara” siete años después), es pareja del periodista Juan Ramón Lucas desde hace una década y, a sus cuarenta recién cumplidos, se sincera sobre un recorrido con sombras pero, sobre todo, con muchas luces.
-¿Cómo valora el desfile del viernes? ¿Qué impresiones se lleva?
-Estoy muy contenta. Muchas de estas mujeres cambiaron su sesión de “quimio” para poder participar en esta pasarela. En el momento en el que te comunican que tienes cáncer te entran muchas ganas de hacer todo. A veces en la vida nos tienen que despertar. Si vas a un concierto pensando que es el último, no ves las cosas igual.
-Hace dos décadas que pasó su primer cáncer…
-Así es. Tenerlo no viene bien a ninguna edad pero no es fácil que con veinte años se te trunque la vida. Fui a Madrid con una maleta llena de sueños y no me esperaba eso. Gran parte de mi tiempo lo he pasado en los hospitales, sufriendo, pero me he quedado con lo mejor. Lo he superado y he ayudado a otros. Es cuestión de actitud y la mía ha sido de reivindicación. Entonces te daban la mano y parecía que era algo contagioso. El lenguaje está muy obsoleto y mitificado y, por mi parte, he intentado luchar contra eso. Concha García Campoy o Paco Fernández Ochoa no perdieron la batalla contra el cáncer. No fueron perdedores. Son un ejemplo y una motivación.
-¿No le condiciona el miedo a recaer?
-No sabría vivir así. Me parecería durísimo. Lo único que la noche antes de una revisión, me siento un poco inquieta pero vivo mi vida con mayúsculas. Se desconoce dónde está el final. Somos tan vulnerables…
-¿Qué papel ha jugado en su camino Juan Ramón Lucas?
-Uno muy principal. El amor cura. Es uno de mis principales pilares. A mí me encantaban él y Lorenzo Milá y en unos “Micrófonos de oro” llegué a tenerlos cada uno a un lado. Fue muy emocionante. Yo lo conocí durante un programa en el que me llevó a nadar con focas (y donde participé por ser él) y hubo muy buena conexión pero no me planteaba nada. Por lo visto le gusté desde el principio pero no fue igual por mi parte. Me causaba demasiado respeto e incluso pensaba que no teníamos nada que ver pero se lo “curró” mucho y terminó conquistándome. Al fin y al cabo, como decía Lennon, “la vida es eso que pasa mientras uno se empeña en hacer otros planes”.
-¿Cuál es el secreto de su unión?
-La comunicación. De hecho no hemos dejado de hablar desde entonces. Compartimos información y si comentamos defectos o virtudes no es por criticar, sino para crecer conjuntamente. Y resulta que tenemos conexión en más de lo que creíamos. Hemos llegado a lo mismo por diferentes caminos.
-¿Los cuarenta le han pesado?
-Para nada. Es una “chorrada” eso de que no se le puede preguntar la edad a una mujer. Me he peleado tanto por cumplir años que no me quito ni cinco minutos. Hay que dejarse de estiramientos para convertirnos en lo que no somos. Eso no significa que no desees estar bien para ti. Y fíjate que te lo expone alguien dedicada a la moda… Ese empeño por ser jóvenes eternamente, a lo Dorian Gray, no es saludable.
-Juan Ramón tiene cincuenta y cinco pero se conserva fenomenal…
-Es que no imaginas el deporte que hace. Si lo llego a conocer joven, me mata (risas). Le encantan los deportes extremos, el submarinismo, el triatlón… Al principio fue duro por aquello del periodista y la modelo pero hay que defender eso en lo que crees porque, a pesar de apostar poco por nuestra unión, ya llevamos una década juntos.
-Después de un gran bache hay quien opina que, o se deja de llorar, o se llora por todo… ¿En qué lado se posiciona?
-No creo en los extremos pero a mí todo me emociona y por cualquier cosa me hacen los ojos “chiribitas”. El cáncer no te cambia, potencia lo que eres. En mi caso siempre he sido solidaria y eso lo echo de menos en la gente. Si tuviéramos más con los demás, nos iría mejor. Y hablo desde los pequeños gestos, que son los que más importan.
-¿La maternidad entra en sus planes?
-Hombre, forma parte del proyecto vital de todas las mujeres. Por fin la vida me está dejando vivir y, si tengo posibilidad, lo haré valorando los riesgos. Sea como sea, Juan Ramón me vino con tres “enanos”, con lo que, de alguna forma, he tenido cerca esa sensación.
-¿Se considera un ejemplo, un referente social?
-Yo no pero sí hay muchas personas para las que sí lo soy. Es una responsabilidad y una mochila que pesa mucho. Me he encontrado hasta quien ha dejado de fumar porque se lo he pedido y eso es algo a lo que no te acostumbras. Paso las 24 horas hablando de cáncer pero dar esperanza es un privilegio como ser humano.
