Cuatro décadas sobre los escenarios y cuatro premios Grammy son la mejor carta de presentación de un hombre en cuya trayectoria figura como punto y aparte la figura de Camarón de la Isla
Ricardo Castillejo
Como suele pasar con los grandes, José Fernández Torres, “Tomatito”, es una persona sencilla con la que resulta muy placentero compartir una entrevista. Así, con motivo del lanzamiento de “Soy flamenco”, su nuevo álbum, el almeriense ha pasado por Sevilla para reflexionar sobre una carrera en la que celebra cuarenta años y donde ha tenido la oportunidad de tocar para genios como Camarón de la Isla. Más allá, cuatro premios Grammy, giras nacionales e internacionales y ocho álbumes constituyen parte del legado de este padre de familia de seis hijos y, a pesar de su juventud, abuelo de cinco nietos.
-La mayor parte de sus 54 años los ha dedicado a la guitarra… ¿No se cansa de trabajar tanto?
-No. Estoy enamorado de la guitarra y de la música en general. Escucho pop, jazz, flamenco… Siempre hay armonías bonitas y no es necesario preguntar de dónde vienen. La guitarra no tiene idioma. Es una prolongación de mí mismo, el medio a través del que me comunico.
-Pero también ejerce de padre de familia, ¿no?
-Y d abuelo. No soy bohemio y, aunque sí necesito mi espacio y mi soledad, me gusta estar con ellos. Mi niño, con 15 años, ya toca y mi Maríangeles, de 23, canta en el disco. Luego, mi nieto, con 6 años, ya baila…
-¿Y qué les dice usted?
-Que lo hagan bien y que se fijen en los detalles. Y que si no surge, no pasa nada. Si les animas y les halagas como fenómenos sin serlo echan mucha “mala leche” (risas).
-Existe una leyenda negra en torno a los artistas y, sobre todo, en torno a la mala vida de los flamencos…
-Ahora hay mucha información que, cuando yo empecé, no había. La mala vida no es adecuada y antes sí que es cierto que todo esto se relacionaba con la noche. A mí, por ejemplo, me gusta el deporte. El que se tira al barro es porque quiere.
-En este sentido, a Camarón le han colgado muchas etiquetas… ¿Muchas falsas?
-Muchas verdades a medias. Fue una persona sencilla y humilde que se crió sin padre y sin madre. Lo que le falló es que fumaba mucho. Yo fumaba y me quitaba. Todavía me emociona con detalles que entonces no me daba cuenta y, con el paso del tiempo, he ido percibiendo. Mi vida no hubiera sido lo mismo sin él. Fue lo mejor que me pasó. Le toqué al genio de mi generación y estoy encantadísimo con eso.
-¿Y Paco de Lucía?
-Otro genio. La guitarra le ha colocado en primer lugar y ha abierto camino a los demás. Todas las guitarras de todos los tiempos están influenciadas por él.
-¿Para qué sirven los premios?
-Los Grammy dan mucha satisfacción, claro. Te sientes valorado. Los tengo en mi casa encima de un piano (risas).
-Porque, lo suyo con la música, ¿es para siempre?
-¡Ostia! Pues no lo sé. Me encuentro bien y de eso tal vez la culpable es la música. Con ella no puedes permitirte el lujo de envejecer deprisa. Tienes que cuidarte. Sea como sea, me gustaría pensar que he aportado “flamencura” y que he sido honrado con mi arte.
-Los cantantes pierden voz pero ganan maestría… Con los guitarristas, ¿qué pasa?
-La experiencia es un grado. Tu mente pasa a fijarse en cosas que de joven no te das cuenta. Lo que sí que lo salvaje del flamenco no se me quita. Todavía está ahí.
-¿Le resulta más fácil comunicarse con la guitarra que hablando?
-Mucho más. Si tuviera que hablar sin preguntarme sería complicado. No soy reservado ni tímido pero no me gustan las personas que siempre van por delante. Dejas de aprender. Si siempre hablas, no escuchas. A mí me encanta la naturaleza, el campo, los caballos.