25 años cumple el Festival de las Naciones que, desde el 29 de septiembre y hasta el 4 de noviembre, vuelve al Prado de San Sebastián en la que, según nos cuenta su director, Sergio Frenkel, será una edición inolvidable
Tenía 32 años cuando se le ocurrió la genial locura de recrear, en pequeñito, el espíritu de la misma Exposición Universal de 1992 a la que había venido a trabajar. Un cuarto de siglo después, Sergio Frenkel, director del Festival de las Naciones, afronta este aniversario con la misma ilusión, o más, que en aquella ocasión. Enamorado de nuestra tierra, este soñador empresario puede presumir de haber cumplido muchos de los sueños que imaginó para un evento que, sin duda, es la cita del otoño más esperada en Sevilla. Un pequeño universo donde uno puede disfrutar de cocteles o comida de puntos tan lejanos como Australia o Sudáfrica, comprar artesanía de Sudamérica o Asia o asistir a espectáculos de multitud de primeras figuras que desfilan por su escenario. Eso sin olvidar un fuerte carácter solidario que le ha llevado a colaborar con multitud de causas que, gracias al Festival, encuentran nuevas razones por las que seguir luchando. Una auténtica revolución de los sentires por la que es difícil no dejarse seducir.
-Han pasado 25 años del comienzo de esta aventura… ¿Pensabas, al principio, que podía dar para tanto?
-El Festival de las Naciones comenzó en 1993. Tuve el atrevimiento de ofrecerle al por entonces alcalde de la ciudad, Alejandro Rojas Marcos, una idea que era reproducir la Expo en pequeño. Entonces me miró, y me dijo: “Pero, ¿tú sabes, después de lo que ha sido la Expo, lo que estás proponiendo? Y así, tras una hora de conversación -y darnos cuenta de que Sevilla se había quedado con ganas de más Expo-, dimos forma a algo que se llamó Feria de las Naciones (muchos siguen llamándonos así) y para cuya celebración me cedieron el Casino de la Exposición, lugar emblemático y corazón de la Exposición del 29. Ahí pusimos el escenario, fuera, y la parte temática, dentro, y se unieron la buena suerte, el sentido de la oportunidad, buenos amigos que te aportan y una buena idea. La gente pagaba 100 pesetas y hacía colas de dos horas -como las de la Expo- para entrar en la Feria. Claro que, en esa época, un mojito, una caipiriña, una arepa venezolana o un choripán argentino no eran tan habituales como ahora, puesto que la globalización era menor que ahora. El caso es que aquello fue un éxito absoluto, pasando más de 100.000 personas pagando su ticket y, a partir de ahí, ésta ha sido la única ciudad donde hemos venido ininterrumpidamente. Hemos pasado por cinco alcaldes: el Andalucista, Soledad Becerril, Alfredo Sánchez Monteseirín (con dos legislaturas), Zoido y el actual, Juan Espadas. El Festival ha evolucionado a la par de Sevilla, consolidada como el tercer referente turístico de España.
-Tenías entonces 32 años… ¿Sientes que, hoy día, vives de forma distinta el Festival?
-Claro que sí. Disfrutaba de cada situación, de anécdotas como cuando Alejandro Rojas Marcos, en la inauguración de la primera edición, una vez que cortó la cinta, se quitó la corbata y la chaqueta y se puso a servir mojitos… Fue una experiencia única. El político se convirtió en un ciudadano más y, además, lo hizo en el stand de Cuba, cuyo régimen estaba muy cuestionado. Ésa es nuestra verdadera filosofía: acercar las personas a las personas. Pero te puedo contar igual a nivel artístico. Melody, por ejemplo, estrenó su “Baile del gorila” con nosotros. Tenía 9 ó 10 años y este 2018 volverá a actuar con nosotros. Yo siempre les pido a las figuras que nos acompañan que no sean “estrellas”, que se acerquen al público y se hagan fotos con quienes vienen a verlos porque la cercanía es otra de nuestras características más destacadas. Fíjate que Marta Sánchez nos acompañó hace poco en Santander y entregó un premio solidario a la Asociación Española contra el cáncer y, durante el acto, se emocionó mucho, mostrando su lado más sensible. En esta ocasión, hemos traído el “efecto Wow” porque, “lo que no emociona, no existe”. Ése es nuestro objetivo: crear emociones. Desde lo musical, lo gastronómico, lo humano. Queremos ser un Festival donde esas emociones estén a flor de piel y, en este sentido, los Premios Solidarios también están de aniversario aquí (son quince años), razón por la que hemos organizado una gala muy especial, en la que nos acompañarán, como sorpresa, personajes que han estado a lo largo de nuestra pequeña historia.
-Hablas de tus intenciones hacia los demás, pero, ¿qué te ha dado a ti el Festival?
-Muchas alegrías… y muchos disgustos. La tragedia y el drama van de la mano. Pero, entre lo mejor, la posibilidad de desarrollar una profesión. Como bromeo con mi hija, soy un “empresario festivalero” (risas). Soy abogado, pero también pasé por la moda, donde fui imagen de firmas como Cristian Dior -y otras marcas francesas-, o, a nivel deportivo, Nike. Después me di cuenta que, el mundo de los viajes, me llamaba y por eso creé el Festival. Claro que, a nivel humano, han sido muchas las experiencias. Parejas que han nacido aquí, la presencia de tres generaciones (abuelas, hijos y nietos)… A mí me encanta mezclarme entre la gente y escuchar sus relatos.
-¿Y cómo vais a celebrar este 25 aniversario del Festival de las Naciones?
-De forma discreta pero potente. Hemos hecho un logotipo que fusiona lo andaluz con lo internacional. Yo, que voy a otros muchos festivales a nivel internacional, siempre hablo de esta tierra, a la que amo. Por eso será una edición en la que fusionaremos mucho la cultura de aquí con la de otros puntos como Argentina, el país invitado y donde nací, al que dedicaremos tres fines de semana. En cuanto a intérpretes, el año pasado tuvimos a Alex Ubago como nombre destacado ligado a las ediciones del Festival y, éste, será Serafín Zubiri, que es como el Stevie Wonder español. Un hombre muy colaborador -su último trabajo se llama “Por una buena causa”-, que se presentará con un piano de cola en la que, estoy seguro, será un certamen inolvidable.
