Nuestra querida Carmen Sevilla, enferma de Alzheimer, cumple hoy 83 años, fecha perfecta para rendirle un particular homenaje desde “Sevilla Magazine”
Ricardo Castillejo
Nieta del recordado “Don Cecilio de Triana” (apodo del periodista satírico José García Rufino, en honor del que se creó el famoso “Club don Cecilio” de dicho barrio), pasó de “estrella de la ilusión” de la cabalgata de Reyes del Ateneo en 1954 a “estrella” del celuloide español en la década de los 50 cuando, Carmen Sevilla, era la “novia” de todos los muchachos jóvenes de nuestro país. Y así, entre canciones, películas y, más tarde, programas en la “pequeña pantalla”, la sevillana se ganó un lugar en el corazón de un público que, aun estando retirada ya, no la olvida.
Recluida en su piso de Madrid a raíz de conocerse la noticia de que padecía Alzheimer, la actriz de la eterna sonrisa y simpatía, se ha convertido casi en una sombra de lo que era a pesar de que, hace algunos meses, aún respondía llamadas de teléfono como la de José de Santiago para el periódico La Razón. Ahí se notaba que Carmen se limita fundamentalmente a ver la televisión, medio al que le unen muchos vínculos y anécdotas. “Mi vida es muy tranquila pero me dicen que no estoy para trabajar. Me aburro mucho”, confesaba por ese cercano entonces al periodista lamentándose en cierta forma de unas condiciones físicas y, sobre todo, mentales, muy mermadas.
Nacida un 16 de octubre de 1947, Carmen Sevilla participó en títulos cinematográficos como “Violetas imperiales” o “La fierecilla domada” sin dejar atrás superproducciones como “Rey de reyes” o “Marco Antonio y Cleopatra” donde demostró ser poseedora de una belleza fresca y explosiva que la mantuvo como primera figura hasta los 70. Un esplendor que coincidió con su matrimonio con Augusto Algueró, padre de su único hijo, que se prolongó de 1961 a 1974. Sin embargo no sería hasta 1985 cuando conocería al que siempre consideró su gran amor, Vicente Patuel, junto al que marchó al campo para estar cerca de sus tiernas “ovejitas” y abandonó en gran medida el brillo de las luces de los platós.
Sea como sea, la profesión artística la reclamaba y, de la mano de Valerio Lazarov –y para ayudar en la economía familiar-, en los 90 volvió a ponerse delante de las cámaras para fichar por Telecinco e iniciar ahí un dulce y triunfal ocaso con programas como “El telecupón”. Sus equivocaciones y confusiones, sus graciosísimas “meteduras de pata”, su naturalidad, en definitiva, frente a los objetivos, hicieron en esta etapa que su popularidad volviera a crecer como la espuma siendo reconocida con el mejor de los premios: el cariño de la gente.
Sin embargo, tras ser sustituida por Concha Velasco en “Cine de Barrio”, en 2010, la caída del mito ha sido progresiva aunque muy discreta pues, en realidad, solo existen unas breves declaraciones a las puertas de su casa, el año pasado, en las que, los síntomas de la enfermedad, eran evidentes. Es el presente de un mito viviente que, pase el tiempo que pase, permanecerá como ejemplo de ese espíritu alegre de nuestra tierra que ella, en su apellido, ha llevado por el mundo entero.