El editor y filósofo Virgilio Ortega presenta el miércoles en la Casa del Libro, “Palabrotalogía”, sobre el origen de las palabras “guarras”
¿Sabía que los romanos tenían más de sesenta formas de decir “puta”? ¿Si le llaman “pelleja” le están insultando o le están hablando afectuosamente? ¿Qué tienen que ver las orquídeas con los “cojones”? Curiosidades como éstas, y muchísimas más, son las que el lector podrá descubrir al leer este libro centrado en la etimología de los vocablos supuestamente obscenos y que, por lo general, su explicación ha sido obviada por todos a lo largo de los años.
-Curioso trabajo el que presenta… ¿Cómo se le ha ocurrido?
-Soy un jubilado con mucho júbilo y algo de tiempo libre. Había escrito otro sobre palabras en general para saber de donde venían pero pensé en cuáles eran son las primeras que solemos buscar cuando nos regalan nuestro primer diccionario de la lengua (que, lógicamente, siempre son las prohibidas: “culo”, “tetas”, “pito”…). Acabamos decepcionados porque nunca se colman nuestros deseos de saber más de algo que, en realidad, ni imaginábamos que pudiera ser tan interesante.
-Estamos hablando de las “palabrotas”, ¿no?
-No hay palabras buenas ni malas. Solo ependen del uso que les demos. Si un hacha se utiliza para talar un árbol muerto y hacer leña es buena, si se emplea para cortarle la cabeza a alguien es mala… ¡Pues igual! No entiendo ese incomprensible pudor de algunos especialistas, como si fueran apestadas. No son mal sonantes si se tienen los oidos y la mente abierta, y menos ante otros factores: si se dicen con una risa, con un mal gesto, en un barrio, en otro, en el sur, en el norte…
-¿Entonces no siempre son insultos?
-Un andaluz le puede decir “hijo de puta” a su hermano y no pasa nada, porque hay cariño y no se busca la ofensa. Nuestra formación judeocristiana hace que lo veamos como pecado pero ya sabemos que “caga” el rey y caga el “papa”. Todos las usan en la intimidad. En Egipto no existian los “tacos” porque la sexualidad se vivía de forma muy natural, como deberíamos hacer ahora. El foro de Pompeya tenía las letrinas para “cagar” y la gente lo hacía en público, como comer. A partir del siglo XXI todo lo que no sea defecar suena horrible, pero porque nos ponemos barreras nosotros mismos.
-¿Siempre han existido esos términos?
-En “El Lazarillo de Tormes”, en “El Arcipreste de Hita”, en “La Celestina”. La mejor descripción del coito de toda la literatura se hace en “La Lozana andaluza”, una obra escrita por un clérigo y publicada en Venecia en 1538. Quevedo hablaba del “tío” que se le empina el pene tanto que le llega a la naríz…
-Lo sexual gusta desde el principio de los tiempos…
-”Cunnus” ya era “coño” y el llamarle conejo al miembro sexual femenino viene por la “madriguera”, que viene de la “matrix” o útero… Le tenemos miedo o parece fea pero es un vocablo que en España se usa tanto que en Argentina nos llaman los “coños”. Si usas una “palabrota” en el momento adecuado y el lugar idóneo puede ser mucho más eficaz que yendo con “buenas palabritas”.
-En tiempos como los actuales, de crisis, desahogan mucho, ¿verdad?
-Es que la situación es una “mierda”. Entiendo que los políticos sean objeto de nuestros enfados. Deberían estar comprometidos con los asuntos de la “polis” en lugar de ser “idiotas” que, aunque ahora significa “engreído sin fundamento”, su raíz griega “idios” habla del que se preocupa de lo particular, de lo privado… es decir, de lo que están haciendo engordándose los bolsillos.
-¿Y eso de los romanos de decir “puta” de sesenta formas?
-Había de tantos tipos que pasaba como los esquimales y sus diferentes modos de referirse al blanco de la nieve. “Meretriz” viene de “merecer”, la mujer que cobra por su trabajo porque se lo ha ganado. “Ramera” es la que pone un ramo en la puerta de su oficio fingiendo tener una taberna. “Concubina” llega por “concubare”, acostarse con…