Segunda entrega del reportaje de “Sevilla Magazine”, “La era de la segunda piel”, dedicado a personas con tatuajes como Manuela, la única mujer de nuestro grupo de cuatro entrevistados

Aunque su padre, ya fallecido, no lo hubiera aceptado bien, sí que cuenta con el apoyo de su madre -y muchos miembros de su familia-, a la hora de tatuar su cuerpo. Sin embargo, Manuela Ortiz es consciente de que esta técnica aún genera reservas en algunos sectores de la sociedad que no terminan de aceptarla (sobre todo cuando es una mujer la que la practica). Sea como sea, ella está muy orgullosa de su cuerpo y de esas historias que lleva grabadas en él las cuales, en total, pueden sumar más de 4.000 euros de inversión.

-Recuérdanos tu primera experiencia con el tatuaje…

-Pues tendría 19 años y me hice un delfín en la espalda que hoy por hoy, al hacerme la zona entera, está tapado. Aquello me dolió un poco y lo dejé aparcado y hace seis años lo retomé de manera más continua… hasta hoy. Todos poseen un significado especial, sobre todo en lo que a mi vida personal se refiere.

-¿Y qué motivos llevas?

-En la espalda, un ángel, que simboliza a una hermana mía que falleció. Debajo hay tres palomas, de mayor a menor, que son mis sobrinas, todo rodeado por orquídeas y rosas, que me encantan. El último ha sido el de la parte de atrás de la pierna, por mi hermana y mi abuela, las dos agarradas de la mano. También tengo un reloj en honor al momento en el que murió mi padre.

-¿Ya no te duelen?

-Bueno, doler, duelen siempre, pero es un dolor que gusta, que es más placer que otra cosa (risas). Cuando terminas estás deseando volver y, yo de hecho, cada mes algo me tengo que hacer.

-Porque, ¿hasta dónde quieres llegar tú?

-Las piernas las quiero completas, como la espalda. El pecho, por debajo y hasta el esternón sí lo tengo empezado, pero no cerrado. Me faltan algunas piezas. Y lo que evitaré será el cuello y la cara.

-¿Con qué intención haces todo esto?

-Para mí, mi piel es un lienzo y me gusta escribir sobre ella recuerdos que son importantes en mi camino. No me tatúo por tatuarme.

-¿Cuáles han sido las reacciones ante tus tatuajes en casa?

-A mi padre no le hubieran agradado pero mi madre, que me apoya y me ayuda a curármelos cuando están recién terminados, lo respeta hasta tal punto que el año pasado se hizo un dibujo que le regalé.

-¿Y socialmente?

-Eso es más complicado. A mí como comercial me miran mucho y, a nivel laboral, el tema de los tatuajes me ha cerrado muchísimas puertas. Claro que luego, del mundo del modelaje, por ejemplo, al ser distinta, sí que me han llamado pero, en general, es más la negativa que la aceptación.

-No tienes pareja aunque, ¿los chicos suelen decirte algo al respecto?

-Es curioso pero mis parejas no han estado tatuadas. Hay de todo. A algunos les apasionan, a otros les dan miedo…

-¿Te provoca algo concreto cuando te ves desnuda?

-Me gusto cada vez más, sinceramente. Incluso imagino piezas que podría hacer y con el móvil hago montajes para comprobar cómo quedarían. Empecé con pequeñas dosis, pero esto ha ido a más… (risas).

-¿Un piropo que te haya emocionado?

-El de un chaval que me dijo: “Quédate con una persona tatuada porque sabe lo que quiere para siempre”. Y es verdad…

-Para muchos lo tuyo es algo de cani… ¿Estás dispuesta a pagar ese peaje?

-Lo he pagado. Me han llegado a preguntar barbaridades. Llevo unos puntos en cada dedo y me comentaron que eran de carcelero (aunque, curiosamente, nunca he pisado una). A todo intento buscarle la gracia para evitar el daño que algunos llevan en sus intenciones.

-De mayor, ¿qué?

-Ésa es la duda continua. Pues seré la más moderna, y si me meten en un asilo, seré la más moderna de la residencia. Algunas amistades me rechazaron al principio, pero a la larga me ha ido dando igual.

Fotografía: Nacho Álvarez
Maquillaje y peluquería: Constantino Sánchez
Producción: Iván Alcázar
Agradecimientos especiales: Tolentino Hats
Estudio Juanjo Moreno