Emma Suárez, Ariadna Gil, Maribel Verdú, Álex García y Fernando Cayo forman el elenco de primera que pondrá en escena, hasta el sábado en el Lope de Vega, la obra “Los hijos de Kennedy”, donde cinco personajes bien diferenciados traen al presente el desencanto generalizado que invadió los Estados Unidos en los años 60.
José María Pou vuelve a dirigir la obra que estrenara en 1977 con María Luisa Merlo o Gemma Cuervo esta vez con un reparto que, nuevamente, viene cargado de pesos pesados de la escena española. Para el personaje de Wanda en concreto ha contado con la ganadora del Goya, Emma Suárez. Una prolífica actriz que, desde que debutara con catorce años, ha participado en casi medio centenar de películas e importantes montajes teatrales como éste donde, junto a sus compañeros, tiende la mano al espectador para viajar a una época que, igual que la actual, tenía todo por hacer (aunque, en el caso de nuestra entrevistada, ella confiese que valora por encima de lo vivido su momento presente).
-¿De qué nos habla esta función?
-Es el retrato de una época a partir de cinco personajes muy diferentes. El inconformista que se manifiesta, la artista de teatro marginal, la aspirante a actriz que quisiera ser Marilyn Monroe, un ex soldado de Vietnam y el mío, una militante de Kennedy llamada Wanda que creía que podía cambiar el mundo. Resume la dejadez de una generación que lo tuvo todo y lo perdió.
-¿Tiene algo en común con la actualidad en la que estamos inmersos?
-Todos los períodos tienen partes parecidas, con sueños e ideales que algunos se cumplen y otros no. Las personas que formaron parte de ese tiempo creyeron en algo que hoy quieren compartir en torno a un café. El director, Pou, habla de “invocados” para reflexionar desde esa situación no desde la melancolía sino con monólogos que se intercalan con imágenes de esa década.
-¿Porque usted es melancólica? ¿Con qué instante de los vividos se queda?
-Siempre con el aquí y el ahora. Es normal mirar al pasado pero somos propicios a confundirlo, a idealizarlo y adaptarlo a lo que quisimos que fuera. Tendemos a convertirlo en algo subjetivo que no es lo que realmente sucedió. El mismo hecho vivido por varias personas puede ser recordado de formas muy diferentes, según quien lo haga. En la obra, por ejemplo, hay quien cree que los sueños se conseguían, para otros fue una lucha, para otros moría gente y era catastrófico, otros venían de una guerra…
-¿Cómo vive ese presente con el que se queda?
-Como un mundo con demasiadas cosas por las que luchar. No podemos conformarnos y sentarnos a mirar lo que está pasando. Hay que fomentar la solidaridad, acabar con el hambre del tercer mundo, conseguir que los niños tengan derechos… Queda bastante por hacer pero, en lugar de tener ayuda de los que mandan, nos encontramos con pensamientos de dirigentes que no hacen más que entorpecer.
-¿Por qué los actores de hoy están tan comprometidos con estos asuntos?
-A un país lo define la educación de sus ciudadanos y para eso es esencial e imprescindible la cultura, la expresión artística… Ahí se demuestra la evolución del ser humano. Si no cultivamos la curiosidad estamos provocando una regresión, no avanzamos. También es algo fundamental una sanidad acorde a la sociedad moderna que supuestamente tenemos. Estas tres cosas componen un trío fundamental que se está viendo atacado porque parece que no interesa un país cultivado, sano y educado. Ante algo así no nos queda otra que manifestarnos.
-Aquí coinciden cinco grandes actores que, además, se conocen muy bien…
-Somos una compañía solidaria con profesionales muy distintos pero que tenemos en común gustarnos mucho lo que hacemos y potenciar la colaboración en equipo, con un clima de sintonía y armonía. Todos somos iguales y eso se consigue participando, escuchando y comprendiendo.
-Hábleme un poco de sus compañeros…
-Maribel Verdú es vitalista y entusiasta; Fernando Cayo es muy disciplinado pero también amante de la diversión y de las noches, con cierto aire enigmático; Ariadna es la representante de la serenidad, la calma y también la belleza y Alex aporta la juventud, la inocencia, la sensación de libertad y el inconformismo.
-¿De qué le entran ganas al espectador tras la representación?
-Sale con la sensación de que el pasado siempre se repite y de que esa época que se plantea no difiere mucho de la que se vive en España en la actualidad. Y sobre todo queda muy satisfecho con el trabajo que han visto.
