La Presidenta del PP de Madrid, Esperanza Aguirre, habla por primera vez de su vida personal en una entrevista concedida al portal digital “Vanitatis”
Desde que se hizo oficial su candidatura a la alcaldía de Madrid la rutina de Esperanza Aguirre se ha acelerado de tal forma que lo mismo aparece en un mercado de barrio intentando recabar votos que acude al plató de “¡Qué tiempo tan feliz!” (donde incluso bailó con María Teresa Campos a ritmo de “Ketama”) o se reúne con algunos periodistas del “corazón” en Casa Lucio.
Allí, la Condesa de Bornos ha confesado saber el juego que da a la hora de hacer parodias con ella como protagonista. “En España hay algo que nunca se pierde y es el sentido del humor. Yo creo que lo tengo y, mientras no sea ofensivo o vejatorio, también me lo tomo como algo divertido”, afirmaba una de las personas con la agenda más ocupada de la actualidad. “Siempre he tenido mucha actividad. Quizá el único momento donde bajé el ritmo fue cuando me detectaron el cáncer. No había más remedio que acoplar la vida a lo que me estaba sucediendo”. Una circunstancia por la que abandonó la política a la que ahora vuelve con el apoyo de su familia. “Mi marido es un santo y, lo que yo haga, le parece bien. Mis hijos lo entienden un poco menos. Les habría gustado que me quedara en segunda fila y disfrutar más de ellos y de mis nietos. Y ya les he dicho que lo seguiré haciendo igual, pero desde la primera fila”, aseguraba Esperanza a la periodista Paloma Barrientos durante una entrevista en la que hablaba de su esposo definiéndolo como una persona paciente, inteligente, discreto y con sentido del humor, por lo que casarse ha sido una de las mejores decisiones que ha tomado. De todos modos su matrimonio también ha pasado crisis y momentos complicados, como sucede en cualquier pareja. “Nosotros no somos diferentes al resto de personas que llevan muchos años conviviendo pero, cuando se superan esas crisis, la relación se afianza y es mucho más fuerte. ¡Menuda suerte he tenido con Fernando! Hay muy pocas cualidades que no tenga. Recuerdo en una ocasión, cuando se metían conmigo porque decía que vivía en un palacete (que, por cierto, es de la familia de mi marido), con mucha ironía comentó: “¡Pero bueno! ¡Una casa con once balcones a la calle no es un palacete, es un palacio!”, ha recordado entre risas. Genio y figura…