La que es una de las mujeres más deseadas de España se pasa al cine de terror en su último trabajo, el cortometraje “Ultravioleta”, que ha presentado en el reciente Festival de San Sebastián y que supone un buen regalo para hoy jueves, fecha de su 44 cumpleaños
Ha actuado en más de sesenta películas y ha participado en series y programas de televisión que la señalan como, posiblemente, la actriz más afamada de su generación. Con títulos inolvidables en su trayectoria como “La estanquera de Vallecas”, “Amantes”, “El laberinto del fauno”, “Siete mesas de billar francés” o “Blancanieves” (estas dos últimas le valieron dos sendos Premios Goya), la madrileña cumple hoy 44 espléndidos años, fecha que nos sirve como excusa no solo para felicitarla sino para conocer algunos de las curiosidades que mejor definen su carismática personalidad.
De enhorabuena por su último estreno, “Ultravioleta”, “la” Verdú se continúa emocionando cada vez que presenta un trabajo nuevo como este cortometraje con el que da un paso en su carrera hacia el terror, género donde, hasta ahora, no había tenido experiencias. Con un reparto donde también aparece Juan Villagrán, dicho guión narra la historia de una restauradora de arte (Verdú) a la que encomiendan la misión de rescatar una pintura que simboliza al diablo y que lleva bastante oculta bajo capas de pintura. Una aventura que, igual que el resto, pone a nuestra protagonista aún más nerviosa que al principio. “Entonces era una inconsciente –asegura–. No sabía la repercusión de cada rodaje, que te miran con lupa. Que no solo se fijaban en que era mona y dentona, sino que mi actuación generaba opiniones. Para mí era un juego y no sabía lo que era la crítica. Por eso ahora hay más miedo y responsabilidad. Nos jugamos mucho”, ha declarado al ser preguntada al respecto.
Casada con Pedro Larrañaga desde el 11 de marzo de 1999 -hijo de Carlos Larrañaga y María Luisa Merlo-, esta “antidiva” del mundo del espectáculo siempre ha presumido de una naturalidad y espontaneidad que, además, ha sabido mantener con el paso del tiempo. Amiga de sus cuñados, Amparo Larrañaga y Luis Merlo, nunca ha tenido inconveniente en aceptar que jamás ha sentido la llamada de la maternidad, habiendo optado por no tener hijos en su matrimonio. “Es solo una opción”, comenta sobre el tema. “Poseo una vida feliz en muchos sentidos precisamente por no ser madre. Lo que sí, por edad, ya me toca ese papel en cine. Y también con mi perrito. Todos me advertían cuando me veían con mis perros que iba a ser una mamá muy pesada. Y yo decía que por eso no tengo niños, porque iba a hacerles la vida imposible”. Admiradora de su esposo, Maribel ha sabido encontrar la estabilidad a su lado gracias a la fórmula infalible resultante de la mezcla de respeto y risas. “Jamás nos dejamos de ver más de quince días seguidos. Lo establecimos así desde el principio y es una regla que jamás nos saltamos”, aclara sobre su relación. “Pedro y yo somos muy tranquilos. Tenemos muchas aficiones en común y disfrutamos las mismas cosas y, aparte, nuestra prioridad no es lo laboral, sino nosotros mismos. No me voy a la cama sin solucionar un problema que podamos tener para no tenerlo que echar en cara siete meses después. ¡Eso es malísimo para la salud!”
En cuanto al cuidado físico, estamos ante una mujer a la que le gusta cuidarse sin obsesiones y a la que le encantan las cremas y los tratamientos estéticos. “Lo fundamental es la hidratación. Por el cuerpo me gustan los productos muy hidratantes, casi mantecas. La cara la tengo más mixta. Durante el día uso fluidos y, de noche, algo más untuoso. En este sentido soy alemana, como mi madre. Sin constancia, nada sirve. Por otro lado, en la alimentación no solo tomo comidas sanas porque, por ejemplo, salvo un zumo de cinco mandarinas que me tomo cada mañana, la fruta no me gusta. Juego a la compensación. Si me paso, luego intento controlar”. A veces en el punto de mira por su delgadez, ella no se cansa de explicar que sufrió un cambio de metabolismo y que, desde entonces, la genética le ha ayudado a mantenerse. “Tuve un mal rollo amoroso que me destrozó y, a partir de ahí, adelgacé. He sido muy acomplejada pero terminas dándote cuenta de que eso es fruto de la gente de alrededor o de una persona dañina. Cuando alguien te considera una princesa, te tiene en un altar… te creces. Y yo lo tengo, mi marido. Pero no siempre ha sido así”. Una declaración de amor en toda regla con, de momento, final feliz.
