Con motivo de la celebración del 20 aniversario del Teatro Real, muchos han sido los que se han puesto sus mejores galas y han celebrado este cumpleaños donde, una de las más esperadas, era Isabel Preysler. Sobre todo porque fue acompañada de su pareja, Mario Vargas Llosa, y de su hija Tamara que, aunque es bastante menos “glamourosa” que mamá, tanta simpatía despierta en todo el mundo. Todo, todo, no se puede tener.
Sin embargo, la que a mí me parece que “rompió la pana” en el evento fue, una vez más, nuestra paisana Naty Abascal. Increíble a sus 74 años -según Wikipedia-, la sevillana llevaba un vestido de encaje, con plumas en las mangas y unos zapatos rojos, que no podía sentarle mejor. Y lo mismo da la edad y que fuera enseñando piernas. Ella, puede. Con eso y con todo lo que se le plante por delante.
Que sí, que “la” Preysler es muy estilosa y todo lo que quiera la gente pero de su zona de confort, no se sale ni un milímetro. Va a lo seguro que sabe que le está bien. Ni mucho, ni poco. Muy al contrario, Naty es valiente, mezcla tejidos, colores, es excesiva a la vez que puede ser minimalista (menos, la verdad). Vamos, una auténtica “estrella” de la moda. Para eso fue maniquí de éxito y para eso es el referente que es.
Con un porte impecable, “la” Abascal ha conseguido ir adaptándose a las diferentes etapas que le ha tocado vivir sin perder nunca ese “glamour” que, para mí la única pega, en su tierra disfrutamos poco. Ojalá se dejara caer más por aquí. Por si acaso si se nos pegaba algo…