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SOCIEDAD,

Pili del Castillo, Saetera “No soy la mejor pero sí la que más ha transmitido”

18 abril, 2014

Ésta será la primera vez en la que la veterana saetera –que fue trasplantada de riñón en 2003-, no cantará en la Semana Santa. Un hecho aislado en una trayectoria que comenzó con 14 años tras ganar un concurso al que acudió en Radio Sevilla

Ricardo Castillejo

Si se presenta con su auténtico nombre, Pilar Velázquez Martínez, pocos la conocerán pero, si la nombramos como Pili del Castillo, no queda ninguna duda de quién se trata puesto que, bajo dicho apellido artístico, se encuentra una de las saeteras más importantes de nuestra Semana Santa. Con un estilo único, la cantaora ha tenido en esta ocasión que declinar la multitud de llamadas que la reclaman para interpretar saetas puesto que una inesperada alergia la ha alejado, solo por este año, de esas imágenes a las que con tanta devoción le reza a través de su voz.

PILAR DEL CASTILLO

-Creo que ni siquiera cuando su trasplante dejó de cantar saetas…

-Pues no. Fue en septiembre y, a los pocos días, ya estaba recuperada e incluso mejor que antes.

-Ha pasado una década de aquello, ¿qué tal se encuentra?

-Fenomenal. El riñón no tiene nada. Lo que pasa es que me ha atacado una alergia y, al tener un tratamiento fuerte que reduce las defensas, estoy tardando más en recuperarme y, por recomendación de los doctores, este año no haré nada. Cariñanos me ha dicho que tengo las cuerdas perfectas pero, si no estoy al cien por cien, no me expongo. Soy muy crítica conmigo misma.

-Deduzco que, por tanto, muy triste, ¿no?

-Tristísima. Cuando escucho una saeta se me saltan las lágrimas pero he hecho como Concha Piquer, a la que se le escapó un “gallito” y no volvió.

-¿Cómo se reconoce una buena saeta?

-Mira, voz hay que tener pero “pellizco”, sentimiento, también. Hoy día se hacen unas saetas muy largas que no emocionan. Lo que sí es importante es que, si empiezas por seguiriyas, no termines, por ejemplo, en peteneras. Las nuevas generaciones no han escuchado muchas saetas pero, los de mi “quinta”, sí que lo hacíamos. Si no, no se aprende. La saeta es un dardo que te llega y, como solo la haces de año en año, marcas referente y el público está muy pendiente.

-¿Cuál es la suya que nunca ha podido olvidar?

-Son dos. Una, al Cachorro en la calle Sierpes. Cuando terminé estaba todo el mundo llorando… La otra fue a la Paz en la Delegación del Gobierno, con Amparo Rubiales, entre otros, presente. Salió incluso en portada de un periódico.

-Pero en su carrera no solo ha hecho saetas, ¿verdad?

-No. También flamenco y villancicos. Recuerdo que una vez nos llamaron a Pepe Peregil y a mí para hacer un circuito por los pueblos y le pusimos de título “Peregil y Yerbabuena”… ¡Nadie sabía que éramos nosotros! (risas). Luego, la primera misa flamenca en la Catedral de Sevilla la canté yo…

-¿Existe mucha competitividad entre los saeteros?

-Mucha. Por mi parte no pienso que sea la mejor pero sí la que más he transmitido. Hay hasta chavales que se hacen llamar “Castillistas” (risas). Sabía que había “Curristas” pero lo mío es muy fuerte (risas).

PILAR DEL CASTILLO

-¿El suyo es un don con el que se nace o se aprende?

-Como no tengas voz, aprenderse no se aprende. Tienes que traer esas facultades aunque después te formes en escuelas como las de José de la Tomasa o El Sacri.

-Con el paso del tiempo, ¿se pierde? ¿Se gana?

-Yo, según me dicen, he ganado. Mi voz era muy fina y se ha vuelto más aflamencada. Tiene la experiencia y conserva la fuerza. El médico suele comentarme que tengo las cuerdas anacaradas, como el primer día. Es un regalo de Dios.

-¿Se pone nerviosa?

-Siempre. Con un micrófono y una guitarra que te dé el tono tienes el doble ganado. Aquí estás en un balcón ante muchas personas que pueden querer oírte o no… Si no sientes nervios en esa situación, por mucho que lleves, es que eres una insensata.

-¿Cuántas saetas, como media, suele hacer cada Semana Santa?

-Depende. Un año estuve cuarenta horas sin dormir. Estaba ya trasplantada. Empecé el Jueves Santo y terminé en La Carretería el viernes por la noche.

-¿Prefiere el Cristo o la Virgen?

-El Cristo en silencio es lo que más me toca el corazón. Estoy con él sola y me lleva por otro rumbo. No veo a nadie ni nada alrededor. En esta ocasión, en vez de cantarle, le rezaré pero tengo promesa de que, mientras tenga fuerza –aunque no sea profesionalmente, que me queda poco en ese sentido-, no dejaré de hacerlo.

 

Ricardo Castillejo

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