Hasta donde yo conocía a mi tocayo Richard Gere (ojalá tuviera la oportunidad de profundizar más), hace ya bastante que el actor está (o estaba, al menos) muy comprometido con la causa budista, siendo embajador por todo el mundo de una religión que, como todo, tiene sus cosas buenas y malas.
Yo personalmente me considero muy fan de las filosofías orientalistas (y dentro de ellas, claro está, de las enseñanzas de Buda), pero cuando llego a la parte de los rezos, los dioses, los pecados y todo eso, como que, igual que me pasa con el resto de religiones, la historia me empieza a rozar puesto que ya ahí percibo los tentáculos de quienes, desde arriba de tales instituciones, intentan, con sus normas, dirigir y controlar la vida de sus adeptos. Y a mí que me enseñen, todo lo que quieran pero que me manejen, como que no.
El caso es que, volviendo al protagonista de “Oficial y Caballero”, lo tenía por alguien sencillo y humilde, alejado de los excesos de Hollywood y de portadas como las que, esta semana -vía exclusiva, claro está-, ha protagonizado en “¡Hola!”. Un reportaje donde se cuenta cómo su mujer, la española Alejandra Silva, tenía no uno ni dos sino… ¡tres vestidos de novia preparados para la boda que, entre ellos, ha tenido lugar en el rancho en Nueva York donde se ha celebrado!
Desconozco -que lo dudo, porque sino se habría dicho-, si los beneficios de este “negocio” han ido o irán a parar a alguna causa social pero, así de pronto, tanto boato me ha sorprendido. O a Richard nos lo están cambiando, o aquí hay algo que no me cuadra.