La cantante sevillana lanza hoy su nuevo álbum, “Incondicional. A Juan Carlos Calderón”, como homenaje a uno de los autores de música ligera más importantes de todos los tiempos
Ricardo Castillejo
A sus 29 años atesora una longeva carrera como intérprete a la que ahora incorpora un álbum lleno de grandes títulos (y alguno inédito) a través de los que homenaje a Juan Carlos Calderón, posiblemente el autor –junto a Perales- más prolífico y exitoso de la música ligera en castellano. Más allá, Tamara es una esposa enamorada de su esposo, Daniel Roque, y una madre abnegada de sus tres hijos, Daniela, Leandro y Valentina, de siete y cuatro años y medio y quince meses respectivamente. Sevillana nieta de Rafael Farina, la artista es una apasionada de la vida y una defensora a ultranza de ese romanticismo que nunca pasa de moda.
-¿Desde qué perspectiva entiende el amor Juan Carlos Calderón, a quien dedica su nuevo disco?
-Hombre, él a la hora de expresarse en registros y composición tiene unas formas muy sutiles y muy “de piel”. Otros autores son más directos… Depende de cada caso.
-Porque usted, ¿cómo entiende ese sentimiento?
-Como algo único. Pero no solo a nivel de pareja sino en todos los ámbitos. Creo que tiene que ser, como el título, “incondicional”, sin esperar a recibir nada a cambio. Soy hija, madre, amiga, mujer… y a todos esos niveles doy amor.
-¿Algo que no perdonaría en este sentido?
-Una infidelidad. Y eso que no soy controladora pero sí muy mía. Cada persona tiene su libertad de expresión y de todo pero lo otro no me va. Por lo menos que no me enterase… (risas).
-¿Tiene fecha de caducidad el amor?
-En ocasiones, sí. Es una palabra tan grande… En otras parejas puede acabarse la atracción pero siguen queriéndose. Sea como sea es como una planta. Hay que regarla de continuo. A mí, por ejemplo, me gusta arreglarme para mí pero también para que me diga cosas mi marido. Soy la mujer más femenina del mundo.
-El que nunca termina es el de una madre… ¿Qué tal en esa faceta?
-Pues bien. Tengo fiesta en casa todos los días (risas). Imagínate… Me gusta encargarme del hogar, a pesar de que me ayudan pero soy la mujer más hogareña que puedas encontrar. No salgo, prefiero estar viendo la tele, recibiendo amigos o cocinando. Me encanta y, un supermercado, más (risas). Soy muy sibarita y, todo lo que tenga que ver con comer y descubrir nuevos sabores, me apasiona.
-¿Alguna especialidad?
-La comida italiana. Toco desde lo más casero a lo más “chic” (risas).
-¿No ve continuidad profesional en sus hijos? Casi empezó con la edad de la mayor…
-En la pequeña de quince meses. Baila y canta desde los seis meses…
-¿Le gustaría que siguieran su camino?
-Quisiera que hicieran lo que les haga felices. Ojalá que estudiaran muchísimo pero, al fin y al cabo, eso es lo que quieren todos los padres para sus hijos.
-¿A qué es incondicional?
-A todo lo mío. A mi familia, a mi gente, a mi trabajo… Soy fiel a un estilo, a mis raíces. La gente del signo cáncer somos así. Complicados de entender pero los más incondicionales…
-Nunca se atrevió con el flamenco…
-Lo llevo dentro de mí y forma parte de mi ser pero le tengo mucho respeto. Lo admiro como admiro la copla pero me identifico con otro estilo.
-¿Cambia fuera y dentro del escenario?
-Sí que cambio. Arriba canto más relajada… Te lo tienes que creer un poco y, cuando bajes, volver a ser tú, tan sencilla y humana.
-¿Cuál es su recuerdo más entrañable en estos quince años de éxitos?
-Cuando conocía a Juan Carlos Calderón, el primer disco con Bebu Silvetti, mi dueto con Armando Manzanero… Y, personalmente, cuando llegaron los niños.
-Pero seguirá teniendo sueños, ¿no?
-¡Claro! ¡Muchísimos! Uno de ellos cantar en el Auditorio de México. Dar un salto en mi carrera como ése y seguir cantando siendo feliz.
-¿No le afecta la crisis?
-Como a todos pero hay que seguir adelante. Ya lo dice el refrán: “al mal tiempo buena cara”…
-¿Echa de menos Sevilla?
-Mucho. Pero eso no quita que no sea feliz en Barcelona.